Como de costumbre me desperté sin necesidad de alarma, a la misma hora de siempre, solo para encontrarme con mi marido de pie frente a nuestra cama.
“¿Quién es el chico Wilson?”
Eso fue lo que pregunto al abrir mis ojos, su mirada estaba llena de dudas, de sospechas de celos, como si yo fuera capaz de traicionarlo, no necesitaba decirme nada más para entender la expresión en su rostro.
“¿Quién es ese chico?”
Quería reír al ver los celos en él, decirle que era un tonto por pensar en que lo engañaba.
“Dalia, te hice una pregunta”
Solté una sonora carcajada, la había retenido durante unos minutos sostuve mi vientre de cinco meses mientras reía por lo que mi hombre estaba pensando.
“¿Qué te parece tan gracioso?”
Se sentó a mi lado dejando el diario sobre la cama, reía más al ver la página que leía.
“Dalia, no me río, me ofende lo que dice aquí. Sé honesta conmigo. “¿Quién es el chico Wilson?
Aunque para mí siempre será el chico de la calle Wilson.
Y si, el chico de la calle Wilson mi primer y único amor, el hombre con quien soñé casarme y tener una familia.
Aquel que no sabía de mi existencia ni del amor que sentía hacia él.
El chico al cual le dedique mil poemas, mil miradas y suspiros.
Así como mi odio, mis celos, y los peores deseos.
Todo comenzó una tarde de lluvia, esas tardes donde las nubes oscuras cubren el sol, esas tardes donde el agua fluye y te empapa toda. tal vez esa sea mi obsesión por ver llover, por disfrutar del olor a tierra mojada. Apenas y tenía 11 años cuando mis ojos se cruzaron con el chico Wilson.
No, ese no es su nombre. Aunque él tiene el nombre más hermoso, en ese tiempo él era mi secreto, mi amor platónico.
Caminaba por la acera directo a mí casa, las clases finalizaron y salí como bala disparada, ya que estaba a tres cuadras del lugar donde vivía se me hacía más fácil caminar. Desde años aquel lugar había estado abandonado, ¿quién podría vivir en esa casa que estaba en ruinas? Cruce por el patio trasero acortando el camino como de costumbre, en todo el año escolar fue mi atajo, la casa se encontraba en la esquina de la calle Wilson y la Williams.
—¡Oye! —Escuche la voz de una mujer.
Detuve mis pasos en un pequeño salto y la miré directo a los ojos, el miedo recorrió mi cuerpo al escuchar el grito, una mujer hermosa llamo mi atención.
La piel se me erizo al instante, las historias de que en esa casa habitaban fantasmas golpearon mi cabeza, sin embargo, esa mujer no era ningún fantasma, ella era real, una persona de carne y hueso.
—¡Si! —Dije con mi voz temblorosa, me costó tomar aire por el tremendo susto que me dio.
—¿Qué crees que haces?
Observe a mi alrededor, ¿Qué es lo que ella creía que hacía?
—Nada. Caminó a mi casa. —conteste lo obvio.
—No puedes cruzar, así como si nada en una propiedad ajena, —Grito dando unos pasos fuera de la casa, deteniéndose en el pequeño corredor— ¿Qué tus padres no te han dicho que no debes entrar a la casa de los desconocidos?
—No estoy dentro de su casa, solo estoy cruzando por este patio. —Me defendí. — el cual no tenía dueño. —Hasta hoy, pensé sin decírselo.
—Espero sea la primera y última vez que te vea aquí niña, porque este patio tiene dueño como puedes ver.
Levante mis hombros quitándole importancia a sus palabras, salí de su patio volviendo a la acera y fue ahí que lo vi.
Aquel chico de 17 años, con su cabello completamente mojado por la lluvia, su ropa pegada a su piel igualmente mojada. Llevaba unas bolsas en sus manos, caminaba con la mirada al suelo.
A mis 11 años mirar a un joven no era bien visto y menos si este era mayor, a esa edad debería jugar con muñecas o enfocarme en estudiar. Mi mirada estaba sobre su cabello rubio y esos ojos color cielo, sobre sus labios que temblaban del frio.
Aun no tenía esos malos pensamientos, sin embargo, mi mirada era traviesa y curiosa y mi corazón no se quedó atrás, saltaba de alegría, quería salirse del pecho y correr a saludarlo.
Un joven delgado, con la mirada triste y sin una sonrisa, así como se sentía el día.
—Voy a tener que cercar la casa. —Grito la mujer tomando las bolsas que el joven cargaba.
—¿Por qué Karen? —Su voz ya era gruesa y ronca, prueba de que ya había desarrollado.
Por culpa del chico y su madre caí al suelo, bueno, tenía que culpar a alguien del golpe, aunque en realidad por ver al joven no vi la raíz que salía de un árbol viejo.
Caí al suelo detrás de unos matorrales, el sonido que salió de mi boca llamo la atención del joven y su madre.
—¿Que fue eso?
No quise moverme de donde me encontraba, me avergonzaba pensar que su primera mirada hacia mi seria verme llena de lodo, con el codo raspado y hojas en mi cabello.
Me arrastré ocultándome detrás de los basureros, esperando que ninguno me viera.
—Vamos Jarek, aun nos faltan muchas cajas que desempacar.
Dijo la mujer cerrando la puerta, salí de mi escondite y corrí hasta desaparecer en la acera, esa fue la primera vez que lo vi.
El chico Wilson, el chico de mis sueños con quien comencé a imaginar una vida, a quien le dediqué mi primer suspiro.
Cada mañana caminaba frente a su casa, esperando volver a verlo, cada tarde corría por el patio con miedo de que me descubrieran.
Su madre era hermosa, pero daba miedo, en varias ocasiones la vi discutiendo con un hombre. El parecido que tenía con el chico Wilson me decía que era su padre.
Deseaba volver a ver esos ojos cielo, volver a ver su cabello mojado, esa imagen se encontraba en mis pensamientos como un sueño, un hermoso sueño.
No había día en que pedía verlo, aunque sea solo un momento, él se volvió mi novio en mis pensamientos.
Para mi mala suerte desde ese día no había tenido la oportunidad de encontrármelo, mientras más lo deseaba más me ilusionaba.