Cuarto Capítulo

1000 Words
Conocía el número de camisas que tenía en su closet, sin haber entrado a su casa, la verde la utilizaba en días especiales ya que era su color favorito. Utilizaba una gorra cuando su equipo jugaba, y siempre llevaba una mudada cuando tendría una reunión o una celebración después del trabajo, así no regresaba a casa. Durante siete años yo seguía sintiendo las mentadas mariposas, seguía perdida en los ojos cielos y el aun no sabía que yo existía. Tomaba el café amargo cuando no dormía bien, y con una cucharada de azúcar para comenzar el día. Si estaba muy cansado leía un libro, de lo contrario miraba la tele para saber las noticias. Yo no era su esposa, ella se encontraba bajo el techo del hogar que formaron, con la pequeña que corría y sonreí al ver a su padre. Mis labios se movieron para formar una sonrisa, por mucho tiempo sentía celos hacia esa mujer, sin embargo, aprendí a aceptar que el chico Wilson no era para mí y que debía dejarlo ir. Debía soltar la obsesión que tenía hacia él, guardar ese sentimiento en lo más profundo del mar. Matar a esas mariposas y decirle a mi corazón que el jamás nos amaría. Una vez más, él beso los labios de su esposa, con un abrazo los tres entraron a su hogar, cerraron la puerta de aquella casa que se encontraba en la esquina de la calle Wilson y la Williams. Di un paso cruzando la calle, siempre mirando en las dos direcciones, como cada noche me detuve para ver por la ventana la silueta de la pareja. En ese momento entendí que el chico Wilson me tenía enferma, que esa obsesión no me estaba llevando a ningún lugar. Llegué a casa cansada por el trabajo, fue uno de esos días muy movidos que ni siquiera me di cuenta de que había oscurecido. Me acosté en la cama sin quitar la mirada del diario, en el escribía todo lo que quería decirle, le contaba de mi día, la hablaba de mis miedos y dudas. Las manos me picaban para romperlo en pedazos, no era la primera vez que sentía ese hormigueo, sin dudarlo lo tomé y con una carta para él, le puse fin mientras le decía adiós. El fin de un comienzo. En una tarde de lluvia corría por el parque en dirección al trabajo, quedé con unos compañeros para terminar los proyectos, ya que se me había hecho tarde comencé a correr. Abrace mi bolso con fuerza para proteger los documentos dentro de él, corría de un árbol a otro para evitar las gotas más grandes. Detuve mis pasos cuando un auto se estaciono frente a mí, la puerta se abrió y de ahí salió aquella mujer, la esposa del chico Wilson. El hombre que la acompañaba bajo del auto y camino junto a ella a la parada de buses, camine detrás de ellos sin entender que pasaba. ¡Claro que entendía que pasaba! ¡No lo quería creer! La mujer estaba casada con el hombre más hermoso que mis ojos habían visto tenía la familia que yo tanto soñé y se encontraba pegada a los labios de un hombre que no era su esposo. Por un segundo pensé en sacar mi celular y tomar una foto como prueba de la traición. ¡Me sentía molesta! ¡Volvía la esperanza! ¿Por qué no lo hice? ¿por qué no tome la foto? Vi como el hombre se despedía de ella con un “hasta pronto mi amor” y yo me quedé ahí observando como aquella mujer sonreía risueña sabiendo que tenía un esposo y una hija que los esperaba en casa. Subí al auto bus sin quitarle la mirada de encima, ¿cómo era capaz de destruir su hogar? Me di por vencida al ver lo hermoso que se miraban juntos, me rendí y destruí mis sueños por construir una realidad donde el no estuviera más. Donde mi obsesión por el chico Wilson ya no me segara. Mire por la ventana haciendo de cuenta que mis ojos no vieron nada. ¡Era lo mejor! Tiempo después deje de verla, ella ya no lo esperaba en aquella puerta junto a la pequeña. El chico Wilson bajaba de su auto y entraba a la casa con la cabeza gacha siempre a la misma hora. Aquella imagen sobre la familia perfecta y hermosa se desvaneció ante mis ojos, como una nube de humo, así como el agua entre los dedos. La familia que por años envidie, solo era un espejismo, un recuerdo en el olvido, una historia sin final. No quería ilusionarme con esa mirada, con esos ojos cielo mirándome por primera vez, había puesto punto final a mi obsesión. Pensar en él me dañaba, me enfermaba y estaba al borde de la locura, comenzó como un pequeño resfriado infectando las células de mi sistema inmunológico, circulando por mi sangre atacando mi corazón y cerebro, dañándome las neuronas, infectando todo mi organismo, hasta el punto de acabar en un solo segundo con mi vida. La noche era fría y el viento soplaba con fuerza provocando que las hojas de los árboles volaran en todas las direcciones, así como mi cabello, me coloqué el gorro del suéter y metí mis manos dentro de el para cubrirme un poco del frio, pasé junto a su casa mirando hacía el frente. No detuve mis pasos como solía hacerlo antes de decidir parar con todo esto, de quedarme ahí de pie como una psicópata al asecho de sus víctimas. Después de ver aquella mujer en el autobús traté de hacer borrón a todo lo que sabía y sentía, a pensar que el no existía. Me dedique a terminar mis estudios y seguir trabajando, no negaba que debes en cuando pensaba en el chico Wilson, trataba de que no me afectara de la misma manera que solía hacerlo. Sin duda el destino me recordaba que tenía que ser fuerte y resistir.
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