Capítulo XLVI

1666 Words
Tener amigos de verdad tenía su lado bueno y su lado malo. Aún estaba descubriendo ambos lados, por ejemplo esa mañana descubrí una parte del lado malo. Eran las seis de la mañana. Las jodidas seis de la mañana. María me despertó con una llamada para decirme que ella y V estaban afuera de la casa de Belle, que bajara para abrirles. ─     ¿Te despertamos?- fue lo que ella me preguntó cuando abrí la puerta, seguía en pijama, ellos iban bien vestidos ya. ─     No, para nada.- V rio por lo bajo. ─     Traje arándanos, Belle ama los wafles con arándanos.- Mientras los veía cocinar me pregunté si así era como la amistad se debía sentir, no como un dolor de cabeza por despertarme a las seis de la mañana, más bien como… no lo sé, cómodo. Quería estar molesta con ellos por hacerme madrugar pero la verdad es que no podía. V regañaba a María porque según él la mezcla solo llevaba un huevo y María había puesto dos, luego María lo regañó a él por olvidar las frutas que le había dicho esa mañana muy explícitamente que no olvidara. ─     ¿Entonces por qué no lo haces tú?- ─     Lo haría yo si no estuvieras estorbando aquí.- Me reí. Caminé hacia ellos y los separé, fue difícil pero después de un rato dejaron de comportarse como perros y gatos. No me gustaba cocinar, no lo hacía ni por supervivencia, pero esa mañana cociné con ellos, la madre de Belle bajo primero, desayunamos todos juntos en medio de chistes de mal gusto y wafles demasiado dulces, esto último según María. La forma en la que me siento ahora mismo, ¿Así debería sentirse? Los mire y me sentí extraña, sentí que estaba en una escena de película, de esas partes donde todo va de maravilla para los protagonistas y ríen y son felices con la gente que los ama. Me permití disfrutarlo, era tan bueno como se veía en las películas, solo que no pensé que usualmente después de esa clase de escenas todo se viene abajo por cualquier estupidez. ─     ¿Vienes?- la mano de V sobre mi brazo me hizo salir de la conversación que sostenía con María en el pasillo de la universidad. ─     ¿Tengo que?- le pregunté de mala gana. ─     Anda, no hagas enojar al señor responsable.- ella me sonrió. ─     ¿Quieres hacer algo hoy?- él me preguntó cuándo ya estábamos en el auditorio. ─     Sí.- ¿No vas a dejar de sonreír nunca o cómo? Shh. ─     En realidad, quiero que hablemos.- ─     ¿Mmm? ¿De qué?- ─     No aquí.- observé alrededor, lleno de estudiantes.- Después de clases.- ─     Ah, claro.- -- En el momento en el que me dije a mí misma que debía ser honesta con V, al menos con respecto a las heridas, ya que no iba a ser sincera con respecto a todo lo demás, no fui consciente de lo difícil que sería. Lo tenía en frente y no sabía ni como comenzar. Y es que, ¿Cómo lo hacía? El hijo del demonio sonreía y me flaqueaban las piernas. ─     Ya suéltalo, ¿Qué sucede?- Lo mire por sobre la bebida que estaba tomando para evitar hablar. Ya tenía todo el popote mordido por culpa de la ansiedad. ─     No es fácil.- murmuré. V volvió a sonreír antes de llevarse la bebida caliente que había ordenado a los labios. Me di cuenta de que otra vez llevaba las uñas pintadas, desde que lo vi en la iglesia semanas atrás no le había vuelto a ver las uñas pintadas. ─     ¿Te gustaría ser una estrella de rock?- V casi escupió la bebida de la carcajada que soltó. ─     ¿De dónde sacas eso?- ─     No lo sé. Si te imagino vestido de n***o, con las uñas pintadas y el piercing en el labio… me das esas vibras.- ─     ¿Vibras?- ya, como siguiera riendo iba a golpearlo. ─     ¿No se dice así?- ─     No sé quiénes hablen así pero yo nunca lo había escuchado.- Ah, Christine, de verdad que no me dejaste nada bueno de enseñanza. ─     Tenía una vecina que solía decirlo mucho.- ─     ¿Y tenía 63 años o algo por el estilo?- ─     Hilarante, en serio. Olvida lo de estrella de rock, mejor prueba con comediante.- ─     ¿No me tienes fe como futbolista acaso?- Ay, eso. Claro. ─     Solo… estaba divagando.- ─     Para no decirme lo que quieres decirme.- ¿Por qué tenía que ser tan inteligente? ─     Ya te dije que no es fácil.- ─     Si es tan difícil no me lo digas.- ─     ¿No quieres saber?- ¿Por qué te molestas? Es mejor que no quiera saber, tonta. ─     No es eso. Claro que quiero saber. Quiero saber todo lo que tenga que ver contigo, Jules. Pero no quiero ponerte en situaciones que no quieres estar. Si es difícil para ti no quiero que te obligues a decírmelo.- Maldito hijo de la…           ¿Cómo era tan ideal? ¿Segura de que es real? Tócalo, seguro es un holograma. Si me trataba de aquella manera me sentía peor por no contárselo. ─     Es sobre… el otro día.- ─     Aja.- ─     Las heridas…- Asintió. Quizás un café en medio de la ciudad no era el mejor lugar para hablar algo tan serio, mire alrededor, nadie nos prestaba atención, las personas que más cerca estaban de nuestra mesa eran dos señoras mayores. Concéntrate, Jules. Nadie más que él puede escucharte. ─     Dijiste que tenías miedo de tener la razón pensando que las había hecho yo misma. Bueno, yo tengo miedo de lo que puedas pensar de mi si te explico lo que sucedió ese día.- V dejo sobre la mesa su bebida, se apoyó sobre sus codos y se inclinó un poco más cerca de mí. ─     En ese caso creo que tienes dos opciones: la primera es que no me lo digas, puede que te martirices por un tiempo pero eventualmente ambos lo olvidaremos, la segunda es que te arriesgues a decírmelo y ya. No voy a pensar que eres un monstruo o algo por el estilo, y aunque lo fueras y me dijeras que por las noches te conviertes en Frankenstein…. Jules, lo dejaría pasar. Creo que no te haces una idea de lo mucho que me gustas. Hace falta mucho para que algo me haga alejarme de ti.- ¿No hay una tercera…? Ya, deja de ser tan cobarde. Suspiré. ─     Creo que… tuve un ataque de pánico en la ducha.- esperé por su reacción, no se movió, no se hizo el sorprendido y mucho menos parecía estar asustado, solo siguió ahí esperando a que yo continuara.- Tengo de esos a menudo… quiero decir no, no es que sucedan todo el tiempo.- Ay, que boca la mía. ─     Continua.- ─     Bueno, estaba duchándome y… no lo sé, es confuso, estaba ahogándome en recuerdos estúpidos y no podía parar de restregarme con el paste. Supongo que no medí mi fuerza al hacerlo y… terminé herida. Cuando fui consciente de lo que hacía ya era muy tarde, había sangre por todos lados y luego apareciste tú y…- ─     ¿Qué creías que iba a pensar yo?- preguntó, seguía con el rostro impasible. ─     No lo sé, que estoy loca.- ─     ¿Quieres saber lo que pienso?- asentí levemente, sin estar segura de que quería.- ─     Pienso que necesitas ayuda.- ─     Entonces prefiero que pienses que estoy loca.- V rio, pero yo no estaba bromeando. ─     Esos recuerdos… los que te llevaron a esa situación, si son tan malos no vas a poder superarlos por ti misma.- Quizás V tenía razón, quizás mudarme de ciudad y dejar que el tiempo pasara no era suficiente. Los fantasmas de mi pasado me seguían atormentando aunque ya no estaban cerca de mí, aunque lo tenía a él y a las chicas y a Betty, aunque todo el panorama pintaba para mejor no podía ignorar al monstruo bajo mi cama. Esa tarde ya no volví a mencionar nada, no le respondí porque no sabía qué decirle y él no me presionó a decirle nada, me tomo de la mano y me llevó a casa, saludó a Betty y me dio un beso en la frente antes de irse.  Los días siguientes me desperté con miedo en cada mañana, tenía miedo de que un día apareciera en casa con una camisa de fuerza y me obligara a ir al hospital o algo por el estilo. Obviamente nada de eso sucedió. V seguía siendo tan normal como había sido todo ese tiempo. Era viernes y mi clase de francés acababa de terminar, V tenía entreno así que después de guardar mis cosas me puse a caminar en dirección de la cancha de futbol. Todavía habían muchos estudiantes en la universidad, algunos camino a casa y algunos apenas llegando a sus clases, lo bueno de la universidad de Santa Fe es que si bien alguna que otra persona me observaba al caminar la mayoría me ignoraba, la gente que no vivía en el propio Santa Fe y que solo asistía a esa universidad porque era lo más cercano que tenía no se interesaba por los demás, vivían en su mundo y ya. Esa gente me agradaba. Lo que no me agradaba era tener que caminar tanto, cuando terminé de bajar las gradas hasta la primera planta me detuve a tomar un poco de aire. Pero aire fue lo que más me hizo falta. Tuve que sostenerme de la baranda de las gradas para no caer, a unos pocos metros de donde yo estaba se encontraba la oficina del director de la universidad y caminando hacia ella estaba un chico. Pelo castaño. Complexión delgada. Alto. No le vi la cara. Pero llevaba una gorra que yo reconocía. No, debe ser otra alucinación mía, sí, eso.
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