Terminó de recoger la habitación del nuevo Alfa cuando recibo una sonrisa de James por verme recoger su habitación. Hace mucho que lo conozco y que él a mí, creo que nos hicimos amigos desde que empezó a romper sus cosas y yo estaba limpiando, le grite un par de cosas y él a mí y terminamos riendo de eso.
—Es difícil asimilar que soy tu nuevo Alfa—se acuesta en la cama antes de que me de la vuelta.
—Todavía no lo eres.
—¿Qué tanto falta?—niego antes de colgar el traje de gala que usará en dos días.
—Dos noches.
—Eso se pasa rápido—ruedo los ojos antes de caminar a la cama y sentarme en ella—. Sigo pensando en lo que te pedí hace unos días.
—Olvídalo.
Me levanto cuando veo que insistirá de nuevo con eso, ya lo habíamos hablado hace mucho. No necesitamos adelantar nada de nada.
—Emily…
—Sabes que necesitas una razón para ir al Templo Lunar.
—Tú eres la razón de ir.
—No lo soy.
Le sonrió antes de escuchar que lo llaman para que vaya a recibir la visita que acaba de llegar a los territorios. Antes de irse me dice que esto no ha terminado, sigo trabajando cuando un olor a tierra mojada llama mi atención. Decido ignorarlo porque puede que la madre de James esté regando su jardín o que las demás lo hayan hecho.
Salgo de la habitación de James para irme a terminar de hacer mis labores, hoy tengo la tarde libre si me apuro a terminar. Quiero comprar unos cuantos jabones de baño y un par de libros que puedo leer en mi tarde libre.
Bajo las escaleras y con mi oído escucho que la visita ya llegó, es normal que lleguen líderes con algunos lobos para protegerlos, en el caso de la que llegó tienen muchos lobos que protegen a su Alfa. Debe ser la manada Luna Negra. Una manada fuerte que puede demoler la mía con que su Alfa lo desee, por eso es mejor estar en calma.
Mis pasos me llevan al salón principal donde el Alfa actual está recibiendo al visitante.
—Un gusto verte, Darius.
—Igualmente, Jared.
—Alfa Darius Mognistar—saluda la señora de la casa o mejor dicho, mi luna.
—Señora Acayland.
—Un amor como siempre.
El olor a tierra mojada abunda este lugar, y me preguntó de dónde puede venir la fuente de ese olor que sólo yo parezco oler. Ladeó los labios antes de seguir escuchando la conversación cuando de reojo veo un par de ojos curiosos y no necesariamente los de James.
—¡Te tengo, Vampiresa!—me amarran de los pies antes de caer como costal de papas.
Mi cuerpo queda en el suelo junto con la nueva porcelana de la madre del pequeño que me tumbo como si fuera una estatua.
—Te atrapé—celebra antes de subirse sobre mi espalda.
—¡Keylan!
El pequeño voltea a ver a su madre que de seguro hecha chispas por lo que el menor de sus cachorros acaba de hacer. James ríe antes de acercarse y ayudar a Keylan a bajarse de mi espalda, además de romper la cosa que amarra mis pies.
—¿Cuántas veces te he dicho que no juegues así con la servidumbre?—mejor dicho conmigo.
Keylan me usa para jugar cuando quiere y cuando sus padres no tienen tiempo para leerle un cuento me toca a mí hacerlo.
—Muchas.
—Cariño tenemos visita—pide su madre con amor maternal.
James me ayuda a ponerme de pie antes de notar que Keylan hizo que me cortará con algunos pedazos de porcelana y tengo sangre en las manos.
—Deberías esperar a que sane—niego antes de limpiarme las manos en el uniforme—. Em…
—Voy a recoger lo que se tiró—me alejo de James antes de ponerme de rodillas y acomodar todo en la bandeja que traía.
—Cuando termines, lleva eso a la basura y termina tus labores.
Asiento y sigo recogiendo lo que se me tiro, ser una Omega no es tan malo y menos cuando me toca cuidar a pequeños como Keylan. A mí mamá le tocó cuidar de James cuando era niño, y siempre me pregunté cómo me crío a mí y a él al mismo tiempo. Mamá me traía para enseñarme a hacer cosas del hogar que yo ponía en práctica cuando me dejaba en casa. Papá volvía muy tarde de trabajar como carpintero para una de las casas ricas entre Alfas y esas cosas.
James espera a que se pierdan las visitas para ayudarme a recoger, niego antes de escuchar un leve gruñido de lobo que ninguno de los dos esperaba. Pero después de eso no hay más.
—¿Irás a tu casa?
—Quiero ver a papá.
—Puedo ayudar…
—Quiero disfrutar lo que me queda con él.
Papá está enfermo de cáncer y lo que ganó es para pagar algunas de sus medicinas, mi mamá falleció hace unos treinta años y papá dice que ya es tiempo de verla, pero me niego a dejarlo ir.
—Puedo ayudarte con medicina Lacustre.
Niego ante lo que me ofrece. Esa medicina es muy cara para que él me pueda ayudar, sé que las ayudas que ofrecen los Alfas deben ser aceptadas pero no quiero ese tipo de ayuda de parte de James.
—No… estoy bien así.
—Emily…
Le sonrío antes de ponerme de pie con lo que tengo en la bandeja y alejarme, no debe ayudarme. Mi pareja aparecerá pronto y él debe ayudarme un poco con las medicinas de papá. Además de que es probable que me cambié de manada si lo encuentro en estas fechas.
///
Papá está en la sala viendo un programa de deportes con su respirador al lado, le sonrío antes de sacar los medicamentos de la bolsa en la que me los dieron. Me siento a su lado antes de poner los dos frascos en la mesa que hay a su lado.
—¿Para qué gastas tu dinero en eso sí de todas formas voy a morir?
—No empieces papá.
—Es la verdad, Tesoro—lo miro antes de negar despacio—. Moriré pronto, veré a tu madre y le diré que la amas.
—Papá…
—Es una lástima que no me toque ver a mis nietos.
—Toma estas… el doctor dijo que te ayudarán con el dolor.
Le muestro el frasco transparente y papá sonríe despacio.
—Estas te ayudarán con los mareos… y… papá, por favor tómatelos.
—No más medicamento, Emily.
Se levanta y toma el respirador antes de caminar a su dormitorio. Bajo la vista triste antes de escuchar lo que le dice a mamá. Derramó una lágrima al saber que es cierto lo que dice, pronto fallecera y yo jamás le di un nieto que pudiera conocer.
Me limpió las gotas saladas antes de levantarme del sillón y ver los frascos que no se tomará, voy a mi habitación para volver a llenar mi maleta de pijamas y ropa interior. Escucho los leves ronquidos de papá y son los que me dicen que sigue respirando.
Al abrir la puerta de casa escucho el leve sonido de su respirador. Lo prendió. Hace mucho que no lo hacía en la noche. Me regresó para verlo ya acomodado y con esa cosa llevando aire a sus pulmones. Me quedo esperando a que lo descuelgue que no quiero que hablen mañana para decirme que murió por extrangulación antes que por el cáncer que se lo come poco a poco.
///
Llegó a trabajar justo a tiempo, las ojeras se me notan y más porque no alcance a pasarme un poco de maquillaje en ellas. Papá durmió toda la noche con el respirador y no me despegue de su lado hasta hace un rato que se lo quito.
Muchas de mis compañeras me dicen que me vaya a dormir que al fin de cuentas la señora me dará permiso por cuidar a papá. La mujer es buena luna por eso tenemos miedo que la que sigue no sea tanto. Por eso rezamos que James encuentre una buena pareja que lo trate bien y que no sea una arpía como la que hay en la manda Amanecer Dorado.
Una semana duro aquí y nadie la soportaba.
Voy a servir el desayuno con ayuda de las demás, me toca poner el jugo en los vasos, así que con cuidado hago eso. James nota lo mal que estoy y se ve que quiere decirme que me vaya a dormir. Pero niego cuando intenta ponerse de pie. Lo malo es que están cuatro familias importantes y no puede haber nada bueno de mis Alfas a mí.
Bueno sí puede. Pero…
Complicaciones.
El olor a tierra mojada está de nuevo en la habitación, pero no me importa que lo este, yo tengo que trabajar.
Me acerco al Alfa Darius para darle su ración cuando el olor se intensifica y hace que mi loba despierte más que yo. Niego antes de servir y alejarme de la misma forma con la que serví, paso al lado de James que se levanta para ponerse a mi lado mientras estoy sirviendo más jugo en la jarra que traigo en las manos.
—James…
—¿Está bien?
—Sí, anoche ocupo el respirador.
—Emily deja que te dé los medicamentos qué…
—Te doy un minuto para que te alejes de mi pareja—gruñe en un tono animal.
Debo estar demasiado cansada para…
No lo imaginé.
—¿Darius?—pregunta la señora de la manada.
—Dile a tu hijo que se aleje de mi hembra o de verdad que empezarán mal los tratados.
—Pero…
Da diez zancadas o menos antes de que tome mi mano y me junte a su cuerpo que se siente duro al momento de chocar contra el mío.
—Mía.