La calidez del clima de Miami me tiene sudando y sofocada. Aunque no puede negarse que el exquisito macho man que tengo a mi lado también produce esos efectos en mi.
—¿Te gusta el mojito? —se me acerca por un costado de la tumbona de playa y me pone un na copa decorada con hierba buena en la mano.
—¡Mmm!¡Me encanta! —bebo, saboreo y gimo a ojos cerrados con la pajita entre mis labios.
—Te comería ahora mismo entera, Camille. Estás increíble —me piropea acariciando mi vientre desnudo.
—No empieces que te conozco. Y tienes que trabajar.
Se queja en un gruñido y se pone a mi lado, abre su laptop y se pierde en los números que se dibujan en la pantalla de su computadora.
Verlo trabajar tan concentrado es tan exquisito como verlo hacerlo entre mis piernas. Este hombre tiene una forma de
