Mientras caminaba devuelta a su habitación, Rhys se mantenía observando fijamente el suelo con una expresión totalmente enfurruñada en su rostro. Con sus gruesas cejas fruncidas profundamente, su perfecta nariz arrugada en la punta y sus delgados labios tan fruncidos en una mueca, que incluso ese rosa pálido que poseía se veía un tono más oscuro. Y no, el humano ni siquiera estaba haciendo el intento de borrar aquella expresión enfurruñada de su rostro, por más que sabía que el príncipe Dorian jamás mostraría tal expresión ante otros, simplemente no podía evitarlo. Él no era realmente un príncipe y se encontraba totalmente frustrado. Ciertamente Rhys estaba enterado de que no tenía exactamente la mejor de las suertes, razón por la cual no ganó por su propia cuenta un boleto y descubrió q

