Con su labio inferior sobresaliendo en un leve puchero y sus gruesas cejas castañas fruncidas, Rhys contemplaba su expresión pensativa a través del espejo del tocador sin verse realmente. Su mente intentaba con grandes esfuerzos encontrar una respuesta a lo que había sucedido esa mañana.
Al despertar, Rhys había estado seguro de que se metería en problemas, ya que su último recuerdo antes de caer dormido fue el sumergir sus pies en una de las tantas piletas que se encontraban en los jardines que rodeaban todo el palacio y luego recostarse para contemplar las estrellas.
Lo misterioso fue, que cuando abrió sus ojos, lo único que observó fue su habitación. Nada de piletas, estatuas, arreglos florales o árboles, solo cuatro paredes protegiéndole. Y era ahí el dilema en la mente de Rhys.
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