Alexander había pasado la mañana en su despacho, pero apenas había avanzado en el papeleo. Su mente se desviaba constantemente hacia la noche anterior, hacia la imagen de Helena con los una mirada desafiante, advirtiendo su amenaza de hacerlo dormir en el sofá si no llegaba en 20 minutos. En lugar de irritarlo, la escena lo había hecho sonreír. Había algo en su carácter indomable, en esa manera en que no se doblegaba ante él, que le despertaba un retorcido placer. ¿Cuántas personas se atrevían a desafiarlo así? Tomó su teléfono y deslizó el dedo por la pantalla. Las r************* estaban inundadas con la imagen de su llegada al apartamento de Helena, con su boca sobre la de ella en un beso que no dejaba lugar a dudas. Una buena foto, sin duda. Casi demasiado buena, porque al recordarla,

