Placer

1650 Words
Tomé un gran sorbo de vino tinto, que cubrió por completo mi paladar el sabor de las uvas añejadas en madera, mojaban cada pupila de mi lengua. Ya me encontraba solo en la privacidad de mi habitación del hotel, Elena me había acompañado entre mensajes y fotos durante la cena, la conversación estaba fluyendo cada vez más, había una conexión inexplicable o al menos así lo sentía y esperaba que ella también lo hubiese sentido. Volví a llenar mi copa de una botella que había pedido para llevar del restaurante, el mismo cabernet Sauvignon. Tenía que apaciguar la sed y el fuego que había encendido Elena en mí, antes de despedirse y decirme que iba a dormir me envió una foto de ella, metida en la bañera, cubierta de agua y burbujas de jabón. En realidad, no dejaba ver nada más que sus hombros, su cabello recogido en una coleta, una sonrisa perfecta y coqueta. Pero con esa sola imagen me hacía imaginarla más allá, las burbujas cubriendo su cuerpo desnudo, su piel trigueña. Cómo pudo dejarme así, son ese sentimiento de frustración por dejarme solo así, con un endurecimiento entre las piernas, la excitación de la imagen que se repetía una y otra vez en mi mente y que sobrepasaba mi voluntad y volaba sola, imaginándola allí, jugando con las burbujas, moviéndose entre el agua y dejando ver de vez en cuando sus pezones. Cada vez me ponía más duro. Y por último, la alegría de haberla conocido, y haberme contestado ese tonto mensaje. - Elena – susurré su nombre en un suplico por su presencia. Me recosté sobre la cama, vestido completamente. Me desapunté los primeros botones de mi camisa para que me entrara aire y me bajara el calor. Pero mi m*****o se resistía. Cerré los ojos con fuerza y aunque quise pensar en otras cosas como el trabajo o Nicoleta, Elena se había apoderado esa noche de mi mente y evidentemente de mi cuerpo. Puse mi mano sobre mi m*****o y la sensación me estremeció quería que fuera ella quien me tocara, tenerla frente a mí y poder observar cómo nacía esa sonrisa en su boca y se iba ampliando lentamente hasta llegar a tocar su alma. Quería ver como parpadeaba ligeramente sus largas y oscuras pestañas. - Elena - la llamé con deseo. Me desapunté mi pantalón y dejé ser libre mi deseo por ella, empecé a tocarme, despacio, sin afán la noche era larga, y aún así no quería que este sentimiento por ella acabara. Fui aumentando poco a poco el ritmo, mientras imágenes de ella, de las fotos que me había enviado, recorrían fugazmente mi mente. Cerré los ojos y me dejé llevar por ellos, y cuando los cerré por completo sus ojos negros aparecieron debajo de los míos y llenándome de deseo, de mi placer y del placer que me hubiese gustado compartir con ella. [… Tomé un sorbo largo y burbujeante de mi boca, sonreí al recordar  lo que había hecho, esta noche había sido una locura, había empezado hablar con un hombre completamente desconocido por internet, había recibido muchos mensajes, pero ninguno como ese y sí, por puesto lo que más me había llamado la atención había sido sus increíbles ojos dorados o miel, no pude definirlo con claridad, y después de ver su rostro y parte de lo que era él, me había encantado aún más y sin embargo me preguntaba cómo un hombre como él, se encontraba en un lugar como ese, quizá compartía con él más cosas de las que pensamos, una claramente era la soledad, un hombre y una mujer adultos, solos un sábado en la noche, decía mucho de ellos. - Alexandru – pronuncié su nombre en un suplico por su presencia me hubiese gustado ir a cenar con él y haber compartido esa increíble conversación en persona.  Tomé un gran sorbo de vino tinto, que cubrió por completo mi paladar el sabor de las uvas añejadas en madera, mojaban cada pupila de mi lengua. Ya me encontraba solo en la privacidad de mi habitación del hotel, Amelia me había acompañado entre mensajes y fotos durante la cena, la conversación estaba fluyendo cada vez más, había una conexión inexplicable o al menos así lo sentía y esperaba que ella también lo hubiese sentido. Volví a llenar mi copa de una botella que había pedido para llevar del restaurante, el mismo cabernet Sauvignon. Tenía que apaciguar la sed y el fuego que había encendido Amelia en mí, antes de despedirse y decirme que iba a dormir me envió una foto de ella, metida en la bañera, cubierta de agua y burbujas de jabón. En realidad, no dejaba ver nada más que sus hombros, su cabello recogido en una coleta, una sonrisa perfecta y coqueta. Pero con esa sola imagen me hacía imaginarla más allá, las burbujas cubriendo su cuerpo desnudo, su piel trigueña. Cómo pudo dejarme así, son ese sentimiento de frustración por dejarme solo así, con un endurecimiento entre las piernas, la excitación de la imagen que se repetía una y otra vez en mi mente y que sobrepasaba mi voluntad y volaba sola, imaginándola allí, jugando con las burbujas, moviéndose entre el agua y dejando ver de vez en cuando sus pezones. Cada vez me ponía más duro. Y, por último, la alegría de haberla conocido, y haberme contestado ese tonto mensaje. - Amelia – susurré su nombre en un suplico por su presencia. Me recosté sobre la cama, vestido completamente. Me desapunté los primeros botones de mi camisa para que me entrara aire y me bajara el calor. Pero mi m*****o se resistía. Cerré los ojos con fuerza y aunque quise pensar en otras cosas como el trabajo o Nicoleta, Amelia se había apoderado esa noche de mi mente y evidentemente de mi cuerpo. Puse mi mano sobre mi m*****o y la sensación me estremeció quería que fuera ella quien me tocara, tenerla frente a mí y poder observar cómo nacía esa sonrisa en su boca y se iba ampliando lentamente hasta llegar a tocar su alma. Quería ver como parpadeaba ligeramente sus largas y oscuras pestañas. - Amelia…- la llamé con deseo. Me desapunté mi pantalón y dejé ser libre mi deseo por ella, empecé a tocarme, despacio, sin afán la noche era larga, y aún así no quería que este sentimiento por ella acabara. Fui aumentando poco a poco el ritmo, mientras imágenes de ella, de las fotos que me había enviado, recorrían fugazmente mi mente. Cerré los ojos y me dejé llevar por ellos, y cuando los cerré por completo sus ojos negros aparecieron debajo de los míos y llenándome de deseo, de mi placer y del placer que me hubiese gustado compartir con ella. [… Tomé un sorbo largo y burbujeante de mi boca, sonreí al recordar  lo que había hecho, esta noche había sido una locura, había empezado hablar con un hombre completamente desconocido por internet, había recibido muchos mensajes, pero ninguno como ese y sí, por puesto lo que más me había llamado la atención había sido sus increíbles ojos dorados o miel, no pude definirlo con claridad, y después de ver su rostro y parte de lo que era él, me había encantado aún más y sin embargo me preguntaba cómo un hombre como él, se encontraba en un lugar como ese, quizá compartía con él más cosas de las que pensamos, una claramente era la soledad, un hombre y una mujer adultos, solos un sábado en la noche, decía mucho de ellos. - Alexandru – pronuncié su nombre en un suplico por su presencia me hubiese gustado ir a cenar con él y haber compartido esa increíble conversación en persona. Deslicé mi mano sobre mis pechos y mi abdomen, sentía deseo, deseo por ese hombre como hacía mucho tiempo no lo sentía por nadie, mi mano bajó un poco más, por mi ombligo, sonreí  porque sabía realmente lo que quería y me lo iba a dar, no me iba a negar un orgasmo en su nombre, él no tendría porque enterarse, si es que volvía a hablar con él. Bajé más y mis dedos empezaron a buscar los lugares que me brindaban mayor placer, cerré los ojos y empecé a imaginarlo allí junto conmigo, en esta misma bañera. Sentado del otro lado, rozándonos la piel, viendo como se formaba su sonrisa perfecta en sus labios. Mirándome intensamente con esos ojos color sol. - Alex … - gemí su nombre en deseo, era él quien me había encendido, era él quien iba a provocar ese orgasmo así estuviese a miles de kilómetros de mí. Introduje un dedo imaginando como lo había puesto con la foto que le envíe y como podría ser su sexo y eso me excitaba mucho más. El agua se movía al mismo ritmo de mis contracciones y de apoco fue llegando el éxtasis, cerré los ojos con fuera, porque me di cuenta que cuando cerraba mis ojos podía ver claramente los suyos, era color miel, color oro y color sol todo al mismo tiempo. - Alex… - lo deseé con el alma…] - Amelia… - la pedí al cielo. Vi por última vez una de sus fotos, donde se veían con intensidad sus ojos negros, me incitaban a todo incluso a tocarme de nuevo. Qué más seré capaz de hacer con esta mujer, Qué más seré capaz de hacer por esta mujer. Por primera vez, en mucho tiempo y con algo de esperanza me dormí con una amplia sonrisa en los labios, en el corazón y en alma. Con ella olvidaba todo, mi empresa, Nicoleta, mi gris vida y todo lo que mi alma pedía a gritos borrar definitivamente. Pero cómo hacerlo, como dejar de luchar por la compañía que tanto me ha costado construir, el sueño de mis padres, lo que construyeron con sus manos, mi herencia y el de Nicoleta.
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