Después de girar claras instrucciones de que resguarden al detenido, con la amenaza de que los que están encargados de su custodia serán procesados de pasarle algo dentro de las instalaciones del reclusorio, salí en compañía de Leonel al exterior.
Por momentos olvidé a Aarón, o por lo menos la razón de ser de mi incomodidad al tenerlo al frente. Al verlo recostado en la puerta de su camioneta con las piernas y brazos cruzados, con expresión de brabucón, al tener las cejas casi unidas y los labios apretados, dirigiéndome una mirada dura, sentí pesar por él.
De solo imaginar que solo fue una víctima en ese rompecabezas de ambiciones que presumo se teje alrededor de toda esta pesadilla aparentemente propiciada por su tío me da tristeza. Sentí rabia de pensar como la vida puede ensañarse co
