Cuando Luisana se dirigió hacia su habitación, la tentación de seguirla se hizo presente. Independientemente de lo que pensarán Aimara y Anderson, la necesidad de aclarar la percepción que acabo de sembrar en Luisana me llevaba con un nudo en el estómago. No quise ofenderla. Mi intención era hacerle ver que no necesito de otros para resolver este problema que se convirtió en un asunto personal. La justicia, ella ni Aimara tienen nada que ver. Aunque no niego que desconfío que todo eso que ellas llaman con orgullo, el aparato judicial pueda hacer algo por mí en esta etapa de mi triste historia. Ya fui sentenciado, señalado, cumplí diecisiete años de condena y en mi hoja de vida está asentada la palabra asesino en letras mayúsculas bien remarcada. Como para no olvidar nunca más olvidar q

