Mientras espero que Aimara salga de la llamada telefónica que entró a su móvil, volteo a ver a Carlos, quien ya había tomado asiento en una de las sillas disponibles al frente del escritorio.
—Dime grandote —escucho dice Aimara al contestar, luego hace una pausa por lo que me pareció diez segundos—, ¿cómo fue eso? ‘¿estaba sola en la habitación? —pregunta con voz de angustia.
En ese momento Carlos y yo volteamos a verla al mismo tiempo, nos hizo seña y salió de su oficina con el móvil pegado a su oído derecho mientras llevaba la otra mano pegada a su frente como signo de preocupación.
—¡Wow! —exclama Carlos—, parece que es heavy lo que sucedió —aduce haciendo seña con la mano en la dirección por la que desapareció Aimara.
—Y por lo visto es con su familia —afirmo sintiendo curiosidad p
