Al buscar en los bolsillos del jean que tenía puesto cuando llegué a casa el protector de mis tarjetas y documentos personales, me encuentro con el juego de llaves del apartamento de Luisana. Justo en ese instante recordé que no la llamé tal como me lo pidió al llegar. No sé si lo olvidé por distracción o con toda intención, a fin de cuentas, la idea es no recordarla sino como a una persona más de todas las que coinciden conmigo en la calle, en una avenida o un centro comercial. Para no postergar más esto, bajé hacia la cocina en busca de Antonieta. —¿Desea algo señor? —me pregunta apenas me ve entrar. —Necesito un favor urgente —le muestro el manojo de llaves—, esto no es parte de tu trabajo, pero no tengo tiempo para estas cosas y ya estaba a punto de que se me olvidara. Ve a una com

