La Postulación

1422 Words
Primer día de la semana, tan temprano y ya hay un revuelo, apenas vengo llegando al edificio del Ministerio. Tengo que esquivar a las personas, mirar a todos lados mientras me abro paso en los pasillos para subir las escaleras para llegar a mi oficina, ni loca me atrevo a considerar subir en el ascensor, sería la muerte para mí, entre tantas personas a las que no les importa a quienes tienen alrededor me toca estar más alerta para que no me lleven por el medio o terminen asfixiándome.                 —Mi estimada Licenciada Rosero —escucho que me saludan, solo que no reconozco la voz ni logro ver el rostro entre tantas personas—, venga por este lado —me dice quien viene hablándome y al mismo tiempo coloca una mano sobre mi hombro izquierdo obligándome a girar sobre mis pies. Al voltear por completo, veo que es Simón Urquiola, el Director del Departamento de Desarrollo Humano, un hombre dos años mayor que yo, rubio, ojos verdes, de estatura promedio, con un atractivo envidiable, además de un sentido del humor tan particular que tiene atrapadas a la mayoría de las chicas en el Ministerio.                 —Simón, ¿cómo le va mi estimado Licenciado? —lo saludo con cariño.                 —Se nota que ya se corrió la voz de las postulaciones —Me comenta mientras terminamos de salir del tumulto de gente que está agolpada en la planta baja del Ministerio.                 —¿Y este alboroto a qué se debe?, ¿sabes algo?, falta mucho para navidad —le digo sonriente—, digo porque es la única fecha donde reparten obsequios a los funcionarios.                 —Chistosa la Licenciada ¿no? —me responde con el mismo tono de diversión.                 —Pero es la verdad, no veo otra razón para tanto alboroto un lunes a las siete y media de la mañana —Le digo parándome frente a la puerta del Departamento que dirijo.                 —Tienes razón, pero eso es porque hoy comienzan a recibir las postulaciones de los abogados que aspiren a ocupar el cargo de Fiscal Superior —me comenta haciéndome voltear de golpe a verlo—, aquí, grado treinta y tres —me dice en tono cómplice—, te cuento que quien resulte seleccionado llevará a cabo la investigación de la muerte de la hija de Xavier Rivero.                 —¡Wow, tamaño compromiso! —exclamo con sorpresa—, ese hombre es una piedra en el zapato, cuando tiene interés en algo, si quiere se convierte en una pesadilla.                 —Eso es lo que parece que no comprende la mayoría de los que están alborotados abajo —afirma Simón—. Piensan que será solo sentarse a dirigir la oficina y firmar algunos documentos —contesta dándome la razón—, ¿te vas a postular?                 —No, ¿para qué?, estoy bien en el cargo que vengo desempeñando —Le digo desinteresada.                 —Pues deberías, tu y yo sabemos que la persona indicada para ese cargo eres tú —hace una pausa mirándome fijamente a los ojos—, Carlos y tu han venido haciendo un trabajo impecable. No por cualquier cosa te temen, y el Fiscal General, te adora.                 —Déjate de cosas, donde estoy, es el lugar que me merezco, hay otros abogados que tienen más tiempo que yo y de seguro habrán hecho méritos para estar en ese cargo —Le digo buscando convencerlo.                 —Luisana que modesta eres, personas como tu son las que debemos tener en la cúpula de las áreas que son claves en el órgano ministerial, podrás tener poco tiempo, pero has hecho más méritos que muchos que tienen quine años de servicio —arguye callándome—, bueno te dejo, ahora es que me queda trabajo por delante —dice cambiando bruscamente de tema—, desde hoy comenzaré a recibir y evaluar las credenciales. Si te animas avísame y haré una excepción contigo.                 —Pierdes tu tiempo Simón, de todas maneras, gracias por considerarme —Le digo guiñándole un ojo.                 —Aparte de pequeña, terca —responde moviendo la cabeza y dándome la espalda—, ¡mujeres! —exclama en voz alta alejándose con los brazos abiertos. Sonriendo ante la expresión y los gestos de Simón, entré al área donde funciona el Departamento Disciplinario, como siempre, yo era la primera en llegar, y eso que estoy llegando un poco tarde. Después de encender el aire acondicionado y las luces de las áreas principales, me fui directo a mi oficina, como ya traía café en un termo desde mi casa, sin perder tiempo me enfoqué en el trabajo que tengo al frente y es bastante considerable. Al poco rato, escucho que ingresa alguien a mi oficina, obligándome a levantar la mirada del expediente que estoy revisando para dar el visto bueno de un informe elaborado por uno de los abogados a mi cargo.                 —Jefecita —Carlos llama mi atención tocando la puerta aun estando adentro—, buenos días, pequeña —me saluda con cariño.                 —Por lo general, uno toca la puerta para solicitar autorización para ingresar a un lugar, tú eres al revés —Le digo dejando el expediente y recostándome sobre el espaldar—, buenos días mi amor, le respondo con el mismo cariño.                 —¿Viste el alboroto que hay abajo? —Me pregunta con expresión de fastidio, odia las aglomeraciones de personas.                 —Sí, tuve que maniobrar para llegar hasta aquí y no morir asfixiada o atropellada —Le digo poniéndole un poco de drama a la situación—, afortunadamente Simón me auxilió.                 —No sé por que permites que otros hombres venga en tu auxilio cuando yo estoy dispuesto hasta a hacerme matar por ti —dice Carlos siguiéndome el juego.                 —¡Se nota, mira la hora que llegas! —exclamo mirando mi reloj de muñeca—, si es por ti ya me hubieran pisado y hecho parte de la losa del piso de planta baja.                 —Que cruel eres, te has vuelto experta para hacerlo sentir mal a uno —dice continuando el drama—, cambiando de tema, me dijeron que ese alboroto es para los que se van a postular a la Fiscalía Superior.                 —Así es, pero lo que no saben es que el fin ultimo es asignarle a esa Fiscalía la investigación de la muerte de Daniela Rivero, la periodista —Le aclaro.                 —¿Cómo sabes eso? —pregunta con los ojos abiertos por la sorpresa.                 —Me lo acaba de decir Simón, él va a recibir las postulaciones —Le informo—, me preguntó si quería postularme, obviamente me negué.                 —Esa será la espada de Damocles para el que quede en ese cargo, deber ser alguien diligente y con trayectoria dentro del Ministerio, no creo que pongan allí a ningún novato —afirma Carlos.                 —Con razón somos amigos y un equipo, pensamos igual —Le digo sonriente.                 —Veremos quién resulta seleccionado —Me responde poniéndose de pie—, dentro de un rato vengo a discutir unos casos que llegaron para ver si los asignamos o los trabajamos juntos, entre ellos está una denuncia en contra de la Fiscal del estado Anzoátegui por reincidencia en corrupción.                 —Tráelo y ahí veremos —Le digo volviendo la atención al expediente. Pasadas las horas, sumergida en el trabajo, fui distraída por el teléfono local, anunciando una llamada interna.                 —Buenos días —digo al contestar.                 —Buenos días, jefecita —Es Laura, la secretaria de la Dirección—, disculpe interrumpirla, tiene una llamda del Fiscal General en línea, el mismo llamó.                 —Buenos días Licenciado —digo a los segundos, al escuchar la respiración del Fiscal General al otro lado de la línea.                 —Buenos días Licenciada Rosero —me contesta con voz profunda-, le llamo para informarle que usted y su adjunto Carlos Spencer han sido incluidos en la terna de abogados para participar en la selección de los que ocuparan los cargos de Fiscal titular y auxiliar de la Fiscalía Superior.                 —Pero, Licenciado, no se me inform{o si deseaba o no participar —Le digo en queja.                 —Es una orden Licenciada Rosero, ante el revuelo han llegado personas que no tienen la calificación para ocupar el cargo, no podemos perder el tiempo ante la premura que hay de cubrir ese cargo, esté al pendiente de cuando la llamen para las dos entrevistas —Me informa y cuelga la llamada dejándome sin palabras.    
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