Por un momento no pensé. Solo sentí. Al principio me tomó por sorpresa. Fue algo tan inesperado, como la respuesta de mi cuerpo a este beso arrebatado. Si bien quise oponerme, la suavidad repentina de sus labios luego de esa entrada tan invasiva, ese beso arrebatador fue como un elixir para mi paladar, una anestesia a esa neurona racional que al principio me advertía que debía parar, que lo detuviera. No obstante, el cambio del ritmo del viaje de sus labios sobre los míos acalló cualquier grito desesperado de detenerlo.
No me atreví a ponerle fin a la única sensación placentera de las pocas que he podido disfrutar de la vida. Aaron arqueando su cuerpo, rodeando con uno de sus brazos mi espalda mientras que con la otra mano tomó mi mentón, sosteniéndolo de tal manera para no darme posibili
