Acompañé a Aimara adentro. Nos encontramos con la buena noticia de que a la señora ya le habían asignado una habitación. Subimos directo a la segunda planta, donde está ubicada la habitación. Para no incomodar me quedé parada a un lado de la entrada. Desde la entrada pude ver que la madre de Aimara estaba despierta. El encuentro entre ambas fue bastante efusivo, tanto que me encogió el corazón ver cuanto amor hay entre ambas. Sentí mi pecho reprimirse en una pena que ya bien es conocida por mí, y que parece cada ciertos momentos a atormentarme y recordarme que nunca tendré de eso bonito que ahora Aimara y su madre comparten. Volví a sentir ese dolor particular que hasta me corta la respiración.
—Licenciada, ¿qué hace sola aquí? —Anderson me sorprende—, ¿le sucede algo?
—No, nada, decidí
