Finalizando mi jornada de trabajo, esto es, a las nueve de la noche, cuando iba de salida hacia los ascensores, me topé con los dos escoltas. Por la falta de costumbre, lo había olvidado. —Buenas noches Licenciada —me saluda uno de ellos, poniéndose de pie. Ambos permanecían a mi espera en la recepción de la sede de la Fiscalía que dirijo. —Buenas noches chicos —les respondo volteando a mirarlos a ambos—, disculpen los había olvidado. —No se preocupe —responde el otro parándose al frente de mí—, solo indíquenos adónde se dirige por favor —me pide con amabilidad. —Ahora voy a casa —le digo y luego les doy indicaciones sobre la ruta a seguir y la dirección exacta donde está ubicado mi apartamento—, ¿ustedes tienen vehículo? —No se preocupe, cada uno vino en motocicleta, la seguiremos ad

