La joven se agachó en completo silencio, sin atreverse a cruzar miradas con nadie, y recogió del suelo la carta hecha trizas. La desdobló con manos temblorosas, y en cuanto sus ojos repasaron aquellas palabras ya conocidas, unas lágrimas silentes comenzaron a deslizarse por sus mejillas, cayendo sobre el papel como pequeños cristales rotos que manchaban la tinta. Tragó saliva para no sollozar y caminó lentamente hacia Allen, quien aún mantenía la espalda erguida y una postura rígida, como si su orgullo pesara más que su cuerpo. Se detuvo frente a él, con los ojos empañados y la voz apenas audible. -Lo siento... de verdad lo siento. Por todo -murmuró. Allen, que respiraba profundamente como intentando contener su creciente frustración, no respondió de inmediato. Sus ojos estaban vacíos d

