Corito no pudo evitar quedarse completamente ensimismada al verlo. Había algo fascinante, casi magnético, en la manera en que Allen dejaba entrever sus largos dientes blancos y sus afilados colmillos mientras sonreía. Era una visión que evocaba tanto temor como admiración, y aunque su mente no podía evitar imaginar lo peligrosos que podrían ser esos colmillos, sus ojos estaban completamente fijos en él, como si estuviera ante una obra de arte viviente. Allen, al darse cuenta de cómo la pelirroja lo observaba en silencio, su mirada tan intensa como penetrante, sintió una incomodidad inusual que lo llevó a cambiar su expresión rápidamente. Se mordió los labios, acabando así con la sonrisa que había iluminado su rostro momentos atrás. Sin saber exactamente cómo manejar la situación, dejó esca

