Teniendo ya una idea más clara de lo que podría ser el mensaje implícito en su mirada, esbozo una sonrisa, que de inmediato encuentra respuesta en ella. Su sonrisa de lado, cargada de una picardía inconfundible, me llena de orgullo de una manera que apenas puedo explicar. Hay algo en esa expresión, en esa forma en que su boca se curva levemente, que provoca en mí un reconocimiento silencioso, una satisfacción personal difícil de poner en palabras.
Me enderezo con calma, sin apartar mis ojos de los suyos, pero dando un paso atrás, creando la distancia justa para recomponerme. Tomo aire, fingiendo indiferencia, y sin más, doy la vuelta, encaminándome hacia la casa. Mi voz, firme pero despreocupada, llama a los chicos a que me sigan; el momento se ha terminado y es hora de marcharnos.
Sarah
