Para Allen, no había mayor satisfacción en ese momento que observar cómo Corito finalmente había perdido el miedo. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para disfrutar de ese pensamiento, pues su atención se centró de inmediato al frente, en una figura que parecía aproximarse desde donde se había originado el ruido. Esforzó la vista, tratando de descifrar quién podía ser, y su mirada pronto reconoció la esbelta silueta de su hijo, Aidan, que se acercaba rápidamente acompañado de lo que parecía ser una mujer corriendo a su lado. La escena frente a él era desconcertante. Ambos se movían por todo el campo verde como si fueran salvajes jaguares en plena cacería. Zigzagueaban con una velocidad y agilidad que resultaban hipnóticas, casi como si se persiguieran mutuamente en un juego frenético. Alle

