Aidan, con una sonrisa todavía marcada en el rostro, se gira de espaldas y se acomoda en el sofá sin ningún esfuerzo, dejándose llevar por el cansancio. En cuestión de segundos, el ritmo suave de sus ronquidos empieza a llenar la sala. Es un sonido familiar, uno que siempre me ha resultado reconfortante desde que era niño. —Ya escuchaste, chica ghoul. Iremos también a la lucha —digo con una determinación que no deja espacio para dudas. Sarah me observa con una sonrisa que destila satisfacción. No necesita decir mucho, pero en su mirada hay algo que grita aprobación. —Los esperaré —responde con certeza, como si el plan estuviera sellado en piedra. El ambiente cambia. Ahora que el tema del ataque ha quedado atrás, dejo que la conversación fluya con naturalidad, descubriendo más sobre

