Diferente. Eso era lo único que podía pensarse de la forma en que Minerva apareció esta vez. No lo hizo como en ocasiones anteriores, en las que su presencia parecía llenar el espacio con una gracia inquietante, casi etérea. No hubo esa elegancia instintiva ni la armonía de pasos que solía acompañarla cuando buscaba a Allen, especialmente cuando la vio por primera vez hoy en la que se acercaban a Allen, incluso cuando bajo a la cripta con Sarah, esa forma en la que vio como estaba Allen ya no parecía estar con ella. Esta vez, Minerva simplemente cayó. Como una sombra desgajada del cielo. Una caída sin ceremonia, sin metáfora. Como si su única intención fuera tocar el suelo, como si todo lo demás -la expectativa, la memoria, el dolor- hubiese sido barrido por un viento invisible que la emp

