Observando cómo Aidan desaparecía dentro de la mansión para reunirse con Allen, Corito quedó a solas bajo el frío manto de la noche. La inmensa construcción frente a ella parecía tan imponente como inexpugnable, con sus altos muros y robustas puertas que parecían susurrar con desdén que aquella no era un lugar para intrusos. Pero la pelirroja no era de las que se dejaban intimidar fácilmente, y mucho menos cuando tenía un objetivo claro. Necesitaba entrar, encontrar al vampiro y convencerlo de cumplir su única, simple, pero crucial petición. Con ese pensamiento claro en su mente, Corito se agachó, casi instintivamente, acercándose al suelo como un animal en caza. Su mente trabajaba frenéticamente, buscando cualquier posible entrada, cualquier hueco, túnel, pasadizo secreto o acceso olvida

