Lo primero que me cruza por la mente, como una corazonada inexplicable, es que hay algo entre nosotros—algo no dicho, una vibración compartida, una sintonía que va más allá de las palabras y se instala en el aire mismo. Es una sensación eléctrica, difícil de poner en palabras, pero clara como el cielo antes de una tormenta. Cuando cruzo miradas con ella, siento un eco de mí en su presencia, como si compartiéramos un rasgo invisible, una energía que nos une de manera insólita. Tenemos... eso que la gente a veces llama “vibras”. Y no son simples vibras amistosas o triviales; es algo más profundo, casi primitivo, una clase de reflejo que me dice que entre ella y yo existe un parecido más allá de lo físico. Aún no sé si eso me reconforta... o me inquieta. Estoy a punto de preguntarle qué es l

