Con su determinación más firme que nunca y su mente resolviendo un millón de posibilidades, Allen se plantó en el oscuro estacionamiento, su figura estoica apenas iluminada por las farolas titilantes que parecían adentrarse en las sombras. El aire estaba cargado de tensión, cada segundo que pasaba amplificando la urgencia en su pecho. Aidan estaba frente a él, apenas logrando sostenerse, su respiración irregular y su rostro marcado por la sangre y el cansancio. Cada rasguño y cada gota de sangre en su piel era un recordatorio brutal de que estaban al borde del peligro. -¡Tienes que resistir un poco más! No aceptaré un "no" por respuesta, Aidan -declaró Allen con la dureza de un líder que no estaba dispuesto a negociar. Su voz cortó la noche como el filo de una cuchilla-. Te llevaré a casa

