La suelto lentamente, tomando distancia para observarla mejor y tratar de entender lo que podría estar necesitando. Mi intención es evitar cualquier reacción negativa que pueda empeorar su estado de ánimo, ya de por sí frágil. Con cuidado, limpio los rastros de lágrimas que aún permanecen en su rostro, sintiendo la tensión en el aire mientras intento mantener la calma. Al levantar la mirada, mi atención se fija en la entrada del salón, donde aparece una figura inesperada: la chica del club, la misma pelirroja con la que Aidan había hablado. Su presencia es desconcertante. Ella permanece inmóvil en el umbral, con la mirada perdida, como si estuviera atrapada en un estado de confusión similar al mío.
Por un instante, ambos quedamos paralizados, incapaces de reaccionar. La atmósfera se carga
