Justo cuando decidí retirarme para seguir en la búsqueda de mi padres. Veo que la mujer con la que hablaba se le iluminaron los ojos de repente. La reacción de la mujer fue tan repentina como intensa, una oleada de emoción que parecía arrastrarla sin previo aviso. Apenas el nombre “Allen Bach” cruzó el aire por cuarta vez, sus ojos se abrieron como si una puerta del pasado se hubiese destrabado de golpe. Brillaban con una mezcla compleja de asombro, melancolía y un reconocimiento tan hondo que parecía surgir no solo de la memoria, sino también del alma. Su mano, que sujetaba una copa de vino tinto con la seguridad de alguien acostumbrada al protocolo social, comenzó a temblar apenas perceptiblemente. Un fino hilo del líquido escarlata se desbordó y recorrió el contorno del cristal con eleg
