—¡YA! ¡Detente, que no es para tanto! —exclamó Allen, con un tono de firmeza que hizo eco en el silencio de la noche. Sus manos fuertes sujetaron a Corito por los hombros, deteniendo sus movimientos intempestivos. En un solo gesto fluido, la levantó levemente y la sentó de nuevo en la jardinera, asegurándose de que mantuviera una distancia prudente. Sus ojos, claro y penetrantes, la observaron con una mezcla de irritación y autoridad—. No te me acerques. Corito, sorprendida pero no intimidada, asintió rápidamente. Sus grandes ojos brillaban con una mezcla de emoción y un tenue arrepentimiento, como si quisiera calmar al vampiro, pero sin poder evitar su natural entusiasmo. —¡Sí, mi señor Allen! No volverá a pasar, se lo prometo —dijo, con una sonrisa amplia que dejaba entrever sus grand

