La hermosa vampiresa, con su rostro iluminado por una sonrisa tierna, dejó marcado un beso sonoro en la frente de su pequeño Allen. La calidez del gesto se reflejó en los ojos brillantes de su hijo, un brillo que ella no había visto en muchísimo tiempo. Allen, al mirar el espejo que tenía cerca, notó la marca de labial n***o que su madre había dejado en su piel. Con un gesto rápido y divertido, se apresuró a limpiarla con la mano, asegurándose de no salir con aquella señal que, aunque hecha con amor, podría causarle algo de vergüenza. Para Edith, aquella escena tenía un significado especial. Observaba a su hijo con una mezcla de cariño y nostalgia, consciente de lo importante que era para él conseguir sus zapatos. No se trataba de que fueran sus favoritos de toda su colección, sino de lo

