Los cálculos de Aidan lo llenaron de un optimismo inesperado, un pequeño destello de esperanza en medio de la oscuridad persistente. Según sus estimaciones, la velocidad con la que avanzaban, la distancia hacia el posible refugio y el tiempo restante antes del amanecer encajaban como piezas perfectas en un rompecabezas. “Tal vez, esta vez… tenemos una oportunidad real” Pensó, sintiendo cómo su pecho se aligeraba aunque el viento frío le mordiera la piel. Alzó la vista hacia el cielo. Las nubes espesas, cargadas de agua, se cernían ominosas, pero lejos de ser una amenaza, prometían ocultar al sol tras su cortina gris. Incluso podría llover, lo que les otorgaría un margen de tiempo valioso, suficiente para llegar a un lugar seguro antes de que el amanecer reclamara lo que siempre se lleva.

