Ambas criaturas toman todos los mechones de Allen que han caído en el suelo depositándolo por el inodoro para eliminar todo rastro que puedan usar los cazadores. Allen entra al cubículo una y otra vez para asegurarse que ninguno de los mechones se hayan regresado del inodoro. Al chequear que no había quedado ni un solo pelo, salió de dónde estaba hacia el tocador donde permanecía Aidan. Aidan nuevamente se encaramó en el lavababo. Él permanecía inmóvil, sus manos temblorosas sujetando con fuerza un par de tijeras desgastadas que aún tenía residuos del extremo corte de Allen. Las hojas reflejaban destellos de la tenue luz del baño, mientras sus nudillos blancos revelaban la tensión con la que las agarraba. Su pecho subía y bajaba de manera irregular, como si intentara contener algo que bu

