Doy un paso hacia atrás, intentando apartarme un poco, cuando de pronto siento una fuerza invisible que me empuja con violencia hacia adelante sin tiempo a qué pudiera ver quien fue el responsable. Antes de que mi mente pueda reaccionar o comprender lo que ocurre, mi rostro impacta de lleno contra el frío cristal de la ventana. El choque es abrupto y doloroso, pero lo que sigue es aún peor. Los implacables rayos del sol atraviesan el cristal y comienzan a quemar mi piel. Una sensación abrasadora recorre mi cara, como si un fuego invisible intentara devorarme desde el exterior. Con un grito ahogado, impulsado por el instinto de supervivencia, me retuerzo de dolor mientras lucho por apartarme de la ventana. Mis movimientos son desesperados, bruscos, y finalmente consigo liberar mi cuerpo de

