Aidan frenó apenas la oyó. Sus patas, fuertes y ágiles en forma de coyote, rasparon la tierra apenas antes de que Dreida corriera hacia él. No lo esperaba. Ella nunca había reaccionado así. Lo tomó por sorpresa que, sin titubeo alguno, se lanzara a abrazarlo en medio de su transformación, en medio de esa figura que no era del todo humana, pero que a Dreida no parecía importarle. Sus manos temblaban un poco al tocarlo. No era miedo... era asombro. Fascinación. Nunca había visto ese cambio con sus propios ojos. Solo lo imaginaba en fragmentos rotos de relatos antiguos y murmullos sobre criaturas nocturnas. Y ahora tenía a Aidan frente a ella, en pleno tránsito entre lo humano y lo animal. Pero no lo miraba con desconfianza. Lo miraba con algo que se parecía a admiración. -Si te vas bajo es

