Mientras la atmósfera del cementerio se impregnaba con el tenue murmullo de conversaciones apagadas y el crepitar del fuego, una de las vampiresas que se mantenía cerca del círculo central se acercó lo suficiente como para que su voz—profunda, pausada, con esa cadencia elegante propia de los de su linaje—me alcanzara con claridad. No parecía hablarle a nadie en específico, y sin embargo todos escuchábamos con atención.
—Roger debería estar por llegar —anunció, dejando que la tensión suspendida en el aire se deslizara con su voz—. Él es quien ha estado organizándolo todo desde afuera… preparando el ataque. Dicen que está reclutando aliados, convenciendo a otros exiliados en la ciudad para que se nos unan.
Su mirada barrió la estancia lentamente, como midiendo el efecto de sus palabras. A
