Terminando su recorrido por el largo y silencioso pasillo, Aidan llegó finalmente al salón principal del segundo piso. Este espacio, amplio y majestuoso, servía como distribuidor hacia los múltiples cuartos de la mansión. A pesar de la relativa penumbra del lugar, los destellos de luz que se filtraban por las ventanas cubiertas parcialmente por cortinas le permitían distinguir los contornos de los muebles antiguos y las paredes decoradas con detalles que parecían contar historias de tiempos pasados. Una inquietud comenzó a crecer en él mientras sus ojos exploraban el espacio. Había algo fuera de lugar, algo que no encajaba. Aunque al principio no lo percibió del todo, una sensación incómoda le recorrió la espalda como un escalofrío persistente. Mientras observaba más detenidamente, se dio

