MEGAN Y AXEL

1018 Words
- Perdone que se lo pregunte, pero ¿por qué ha querido venir a estas horas? - preguntó Thomas. - Thomas, si te lo dijera, seguro que no me creerías. Sonrió: - Puedes probar... Realmente podría, pero no tuve el valor. ¿Decir que había sido virgen durante 17 años y decidí tener mi primera relación con un desconocido al que nunca había visto y me enamoré de él? ¿Aclarar finalmente que el desconocido desapareció y que compré la casa donde hicimos el amor? ¿Lo entendería el guardia de seguridad? No... Ni siquiera yo podría entenderlo. Sólo dije: - Amor, Thomas... Estamos aquí por amor. Se quedó callado. - Siéntate y siéntete como en casa... Es mi casa", dije. - Aquí no hay nadie. ¿Están encendidas las luces de arriba? - Sí... He encendido todas las llaves. - Me da miedo la oscuridad, ¿eh? - ¿Quiere que le acompañe? - No, gracias. Pero mantente alerta... Gritaré. Subí las escaleras y Strange me acompañó. Cuando llegué a la habitación y miré la cama, sentí que el corazón me latía tan fuerte que me dolía el pecho. Luego fui a ver los otros dormitorios. En la segunda planta había tres suites más, en total cuatro. Todas muy bien decoradas y acogedoras. El lugar era perfecto. Todas las ventanas eran grandes y ventiladas. Podría vivir allí para siempre. Bajé de nuevo las escaleras y volví a la cocina, abriendo los armarios. Thomas me acompañó. - ¿Quién usa tantas sartenes? - preguntó con curiosidad. - Un chef. - Nunca había visto tantas cacerolas de distintos tamaños y formas en un mismo sitio", confesó. - Cocinaba perfectamente bien... - Me oí decir. - Entonces... ¿Conocías al dueño anterior? - Más o menos... Pero probé su comida. Seguí revisando todo, intentando encontrar algo que pudiera llevarme hasta él. Pero sabía que era casi imposible, ya que el desconocido había vendido la casa a otra familia antes de que yo tomara posesión. Seguramente se habrían deshecho de cualquier cosa suya, excepto los cacharros. - Maldita sea, un nombre al menos", grité. - ¿Busca algo en concreto? - preguntó Thomas. - Cualquier cosa sobre el propietario que vivió allí antes de los que me vendieron la casa. - É... Difícil entonces", comentó. Me senté en el taburete y miré a Thomas: - ¿Cuántos años tienes? - Veintitrés. - Pareces más joven", comenté. - Si eso es un cumplido, gracias", se rió. - ¿Tienes novia? Me miró confuso antes de contestar: - No. - Thomas, ¿podrías besarme? Thomas me miró fijamente, arqueando una ceja: - ¿Esto es serio o me estás tomando el pelo? - ¿No soy una mujer besable, Thomas? - Eres... Hermosa... Perfecta. ¿Pero por qué querría un beso de tu guardia de seguridad? Suspiré, resignada. Hablaba demasiado. Así que en realidad no quería besarme. Me alegré de que el guardia de seguridad fuera de fiar, pero al mismo tiempo pensé que era una terrible seductora. Antes de bajarme del taburete, se acercó a mí rápidamente y sentí su boca junto a la mía, su lengua pidiendo paso. Lo rodeé con mis brazos y él recorrió mi espalda con sus manos hasta llegar a mi trasero, apretándolo. Thomas besaba bien, olía bien... Pero mi corazón no latía deprisa mientras intercambiábamos aquella intimidad. Le aparté: - Lo siento, Thomas. - Está bien... No quiero perder mi trabajo por esto. I... Sólo hice lo que me pediste. Me reí: - Está bien, Thomas, no perderás tu trabajo. Sólo quería ver si alguna vez podría olvidar al extraño que aún vive en mi corazón... Pero me he dado cuenta de que no podré. - La señora está enamorada... Y vivía en esta casa. ¿Ah, sí? - Sí... - ¿Y dónde está ahora? - Se ha ido... Y nunca volverá. - Entonces no es digno de ti. Es una mujer hermosa... Y una buena besadora. Volví a reírme: - Gracias por acompañarme, Thomas. Y gracias por el beso. Antes de irnos, me habló suavemente, cogiéndome por los hombros: - Srta. Miller... No tienes que pedirme un beso... Te lo daría sin que me lo pidieras si no estuviera en el trabajo y si no fueras la hija de mi jefe. Conozco hombres que darían lo que fuera por chicas como tú. No te sientas "menos" por culpa de un idiota. - Thomas... Gracias por tus palabras... Perfecto. Thomas apagó las luces y volvimos a casa. Disfruté visitando la casa de campo y a partir de ese momento sería un lugar que utilizaría para reflexionar sobre mi vida y escapar cuando estuviera cansada de la Zona A. Me tumbé en mi cama con el Desconocido con el que dormía todos los días. Martina tenía razón. Y Thomas, el guardia de seguridad que acababa de conocer, también tenía razón: tenía que cambiar las cosas. No podía pasarme toda la vida esperando al desconocido que por una noche me hizo la mujer más feliz del mundo. Le daría una oportunidad a Axel Collins, después de todo, un día en mi adolescencia creí estar enamorada de él. Tal vez, si llegaba a conocerlo mejor, podría llegar a amarlo, ya que ningún otro hombre, aparte de él y el desconocido, había despertado mi interés. Le expliqué a mi padre que estaba dispuesta a darle una oportunidad a Axel, pero que eso no significaba que fuera a casarme con él. Pero que sí, que me gustaría conocerle mejor. Mi padre estaba encantado. Era lo único que quería. Así que esa misma semana organizó una cena con los Collins en nuestra casa. Durante toda la semana se había preparado todo para recibir a la familia más tradicional de Noriah del Sur. El hecho de que los Miller se juntaran con los Collin podía ser lo que mis padres necesitaban para ser reconocidos como parte de la alta sociedad de South Noriah. Y yo estaba dispuesta a contribuir de alguna manera, por ellos y por mí misma. Martina estaba contenta con mi decisión de intentar olvidar a aquel hombre del pasado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD