ÁGATA

LAS DUDAS

CAP. 14 - LAS DUDAS

Todo parecía ir de maravillas, pero el paseo duró muy poco, enseguida debieron regresar. Alfonso hizo una mueca y cayó desmayado. Urgente vinieron varios monjes a colaborar en su traslado. El médico del monasterio lo atendió enseguida, diagnosticó alta temperatura como consecuencia de alguna infección que había que investigar. Aconsejó análisis, antibióticos preventivos y mucho reposo. - Mucho- recalcó, mirándola de soslayo. Ella se mantuvo a su lado, incólume, no permitiendo que nadie viera sus despojos. Si algo le pasaba a su amor, ella desaparecería con él.

El amor es diferente de la pasión, el primero requiere tiempo porque es de construcción, la pasión es urgente, no espera, quiere devorar ahora. Puede ser inconveniente para lograr el amor. Ella lo ha conseguido y también escalar rápidamente en la jerarquía familiar hasta convertirse en su propia jefa.

Un ejemplo de mujer emancipada. Una mujer que tiene una vida secreta que oculta perfectamente ante su marido y que comienza cuando él sale de la casa. -¿Es así?- se pregunta

Quizás podría haber elegido vestir con la opulencia que reflejan los abrigos de pelo, accesorios dorados y peinados recogidos 'a la italiana'. Adornarse cual árbol de Navidad con sus pendientes y anillos de oro, y ser la más fabulosa.

Una mujer llevada de la mano de un gánster, formando una vida en pareja e incluso un hogar: con el cabello, siempre entre lo pulcramente arreglado y lo desenfadado, repletas de joyas de oro, a menudo de origen italiano.

Las del tipo que huyeron de un padre violento, solo para darse cuenta tiempo después, que se habían casado con otros hombres iguales.

Siempre ocupadas entre cita y cita, manejando desde los suburbios a la ciudad para visitar a sus amigas en la ciudad. Las expertas en balancear las relaciones turbulentas de su entorno, por eso su pelo está siempre un poco despeinado, nunca encuentra tiempo para hacerle mantenimiento a sus caprichosos rulos.

Una mujer con una historia de vida complicada; que se deja llevar por ardores violentos, pero que se sorprende a sí misma con los gestos más tiernos frente a sus hijos. Las que, al parecer, sólo tienen un instinto, el de preservarse y protegerse, algo que las conserva trágicamente asidas a la vida.

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Ella podría haber elegido ser la mujer de un mafioso a quién le agrada hacer saber a todos que viven en una gran comodidad disoluta, demostrándolo con sus voluminosos abrigos de piel auténticos o de imitación, así como joyas y uñas que lleva muy a la vista, porque al fin y al cabo su trabajo no requiere de esfuerzo físico. La que luce lentes de sol para no mirar a nadie directamente a los ojos y creer que a veces es invisible, cuando en realidad todo el mundo la ve entrar.

Una de ésas esposas de la mafia que les gusta dar un par de pasadas de un labial rojo intenso y, por qué no, esbozar un delineado más obscuro alrededor de los labios. Un maquillaje de los ojos que es esfumado, como si casualmente se hubiera pasado las manos por error en uno de sus tantos pendientes en el día.

Una que no muestra interés, por ser más esbelta y exuberante: Ya tiene todo lo que necesita, un marido rico y la ropa con la que siempre ha soñado, a medida. Siempre tendrá en la mano un Martini o una copa recién servida.

Se la sabe ocupada, pero no en qué: Cada vez que se la ve, parece estar en una gestión de vida o muerte. Y es que no hay persona más decidida que la esposa mafiosa, aunque sólo vaya al súper de compras: Si la naranja que compró el día anterior está agria, se regresará a la tienda para cambiarla, nadie se atreve a contradecirla y obtiene lo que quiere sin rechistar. Esa, podría haber sido.

Está sola, le toca la frente a Alfonso, pero la fiebre no cede. Por primera en sus cortos años, tiene miedo. Y llora, enhiesta en su postura, y va cediendo, apoya la espalda en la silla donde ha preferido dormitar para cuidarlo. Llora, nadie puede verla.

Llora, quedito, nunca tan discreta y cuidadosa. No quiere llamar la atención. Sería enloquecedor tener que justificarlo todo. Prefiere que la vean fuerte, siempre.

Las mujeres han sido tradicionalmente ignoradas y consideradas irrelevantes en la historia de las mafias italianas, y de hecho en la mayoría de los grupos del crimen organizado en todo el mundo, enamorándose de los hombres equivocados.

Mujeres que no solo estaban casadas con sus maridos, sino también con la mafia.

Ágata una vez escuchó a su tía decir: - “Nunca fui a quejarme con mi padre o mis hermanos, sobre todo porque decían: ‘Al final del día, lo querías’. Mi tío la había secuestrado cuando ella tenía 14 años, porque estaba obsesionado con ella y temía que su padre no la aceptara.

- A esa edad, ¿cómo podría saberlo? Lo quería porque no podía acercarme a ningún otro hombre después de estar con él”, comentó.

Eternas espectadoras sin importancia

Mujeres a menudo, que tienen la responsabilidad conjunta en la organización de actividades delictuosas, pero esto permanece oculto dentro del mundo voluble del hogar. Las que, en el espacio privado, participan, aconsejan y organizan. No son obligadas ni forzadas. Son consecuentes y se involucran. Sin ellas, las estructuras delictivas tendrían conflictos para sobrevivir. Siempre es una cuestión de supervivencia, evitando las balas de los clanes contendientes, la policía y los peritos antimafia.

La complejidad de los roles y responsabilidades de mujeres que son esenciales para el funcionamiento de la mafia. Sin su apoyo emocional, físico y financiero, sus maridos no habrían hecho carreras exitosas.

Las mujeres que no pueden unirse explícitamente a una mafia como miembros, pero esto no significa que no tengan roles notables. Puede que las mujeres no hagan los negocios de drogas o coordinen el transporte, pero no son ajenas a lo que llevan en su automóvil o bolsillo, o cómo se usan sus cuentas bancarias. Por desagradable que sea, su participación criminal de larga data exige un mayor reconocimiento y comprensión. Son quienes desde las sombras fomentaron el éxito continuo y el crecimiento del crimen organizado.

Llora, poniendo en duda todas sus decisiones.

Llora, sin saber si ha obrado bien.