CAP.28 - TOMAR DISTANCIA
La idea era realizar el robo sin necesidad de irrumpir físicamente en el banco, utilizando el túnel para acceder al dinero de manera discreta. Sin embargo, el plan se frustró antes de completarse, dejando un rastro de especulación sobre los detalles exactos del intento y los motivos por los cuales no se logró el éxito.
Mientras tanto en Rosario y a partir del caso Aryesa, se impulsó el proyecto de incorporar la pena de muerte al Código Penal en Argentina.
Se acusaba al clan que lideraba Ágata como uno de los principales instigadores de este secuestro, pero nunca pudo probarse.
La indignación ante su asesinato fue fomentada por un tejido político marcado por el apogeo del nacionalismo fanático y el consentimiento respecto de que las leyes no alcanzaban para reprimir el delito.
A partir de este hecho, impulsaron el proyecto de incorporar la pena de muerte al Código Penal, que contó con la aprobación del Senado de la Nación, y el apoyo del ministro de Justicia del entonces presidente Justo.
De todas formas, la pena de muerte ya tenía antecedentes en Argentina. En 1813, la Asamblea General Constituyente había suprimido esta condena. Esta decisión, se mantuvo vigente durante toda la época de la Colonia.
Aunque a pesar de todo y si bien la pena de muerte estaba contemplada en el proyecto del Código Penal de 1922, finalmente el Congreso no la votó. Primó la postura de que no existe derecho alguno de matar a un semejante; que la muerte del acusado no repararía el mal causado y que, en definitiva, el condenado debía vivir precisamente para reparar el daño ocasionado.
El crimen del joven Aryesa, se fue esclareciendo a punta de pistola, cachiporrazos y sopapos. Desagradables o no, la verdad se fue imponiendo dejando algunos muertos en el camino. Lo que convino a Ágata, allá lejos, pero atenta a las noticias. Así supo que los pandilleros culpables, primero quisieron un empresario, que no estaba en el país y por eso se decidieron por el estudiante.
Se enteró que las condenas fueron largas, había antecedentes de perpetuas repetidas, sumadas, cuando de mafiosos se trataba.
Todos, también supo, que fueron sentenciados a pagar por daño material y moral a la madre de Ayerza 300.000 pesos el doble del rescate, es claro que la madre de la víctima no se había quedado quieta. Su dolor y lucha repicaron en la sociedad, convirtiéndose en un emblema de la necesidad de justicia y de plantarse al crimen organizado.
Había una fuerte indignación pública que llevó a manifestaciones y discusiones sobre la necesidad de medidas más duras contra el hampa, como la pena de muerte. Sin embargo, también había un clima de miedo, especialmente en Rosario, donde la mafia siciliana tenía una representación significativa. Muchas personas optaban por el silencio, temiendo represalias. Ágata sabía que había tomado la mejor decisión al alejarse, el ambiente no estaba para descuidos.
Teniendo determinado el domicilio, una casona vieja que necesitaba refacciones, lo que le brindó la excusa que justificaba la presencia de los mineros. Habiendo también establecido las distancias a trabajar, se pusieron los mineros a su labor, sin mucho ruido, tratando de no llamar la atención. Era lo que les habían dejado entrever cuando los contrataron, buena paga, sin preguntas y mucha discreción. La necesidad de trabajo por entonces, no requirió de mayores explicaciones y comenzaron la tarea.
Para la gente de Tucumán eran una pareja próspera con del propósito de abrir una casa de juegos. Su objetivo era robar el tesoro del Banco de la Provincia de Tucumán y también colocar plata falsa. Su padre, el Don, le había regalado a su hija una enorme cantidad de dinero falso escondido en el doble fondo de un cofre, regalo de casamiento.
El plan maestro consistía en cambiar ese dinero por el genuino del banco y así poder concretar la reorganización de la banda, ahora desmantelada.
La cuadrilla de obreros trabajaba en ella sin descanso. El túnel era una obra de verdadera ingeniería: dividido en tres tramos, con 65 cm de alto por 63 cm de ancho y abovedado en el techo, contaba con instalación eléctrica y oxígeno, tenía un foco cada 8 metros, rieles para conducir el carrito que sacaba la tierra y tubos de aireación, para que no les faltara el aire.
El objetivo la bóveda del tesoro del Banco de la Provincia.
El hilo que permitió atrapar a la banda, fue cuando uno de sus socios, cuatro en total, intentó pagar bebidas en un bar. El dueño, desconfió del billete de cien pesos y dio aviso a la policía que detuvo al pasador. Tenía en su poder 388 billetes falsos de mil pesos y otros 64, también apócrifos, de cien. Al ser detenido aseguró que el Dr. Vincenzo le había entregado el dinero falso, con la misión de entregárselo a un verdulero. El hombre dijo que había conocido al esposo de Ágata a través de un conocido pistolero de la zona en la época. Cuatro días después del arresto, también en San Miguel de Tucumán, se descubría el túnel que conducía al Banco de la Provincia. La construcción causó asombro. Se supo que había sido abierto por obreros bolivianos contratados por los maleantes, que habían trabajado durante cuatro meses. La construcción, sin embargo, había quedado inconclusa, por motivos nunca aclarados. Aunque si bien todos los detalles habían sido previstos, menos el más importante: el tesoro resultaba infranqueable, ya que estaba protegido por una plancha de cemento y acero, que no podía ser derribada con simples instrumentos.
A todo esto, Ágata recibía por las noches a Vincenzo, cumplía con creces su labor como esposa y durante el día gozaba de las mieles de su gran amor, el Toro Alfonso. Los tres se necesitaban para concluir con tan asombrosos planes. La Sociedad Mafiosa Santafesina sería lo que había sido en tiempos del Don. Lograr que Rosario fuera la Chicago Argentina, no ya por la enorme cantidad de granos en sus puertos, sino por la delincuencia que allá en Estados Unidos estableció, Al Capone, y en Rosario, estaría en manos de la banda de la Jefa. La Flor, lo lograría, ella lo llevaría a cabo.