CAP. 21 - OLVIDARSE DE TODO
Y ahora que está mejor, mucho más recuperado, verlo dormir al lado suyo es, inquietante. No puede descansar.
Un torso majestuoso, maduro y muy velludo, como le gusta. La cabeza de lado, entregado y sensual. Mejor, se daría una ducha. Como siempre, había hecho preparar la bañera con unas sales que elaboraban los monjes con una fragancia que jamás olvidará. Se sumergió, feliz, al instante Alfonso llegó y se hundió con ella, la besó, lento, reconociendo cada espacio de su boca. Le cerró los ojos que también recorrió con su lengua, el aroma se pegaba a ellos. La tomó de la cintura, subiéndola a su pelvis, -Que mandara-, lo escuchó-que hiciera lo que quisiera con él-, le repetía… y eso hizo. Suyo, apretando los dientes y los músculos internos, absorbiendo, adueñándose, dejándolo sin poder para escapar. La sentencia era de por vida, le pertenecía. Y en un ahogado grito rabioso lo confirmó, gimiendo, gutural, enloquecida. Dentro. Hasta el final, adentro suyo.
La iniciativa próxima era de ella. Como en Grecia, allá en la isla. Hoy preparar una vianda y agasajarlo. En Grecia, donde despertaron a ése amor loco. Pero hoy en Italia. ¡Estar tan viva! Prestó atención a su interior y descubrió que un deseo furioso la carcomía. Y supo que lo iba a disfrutar. Mucho. Preparó una canasta con prosciutto y queso y pan de horno también hecho por los monjes. Sumó una focaccia condimentada con aceite de oliva y hierbas, y una ensalada fría de tomates, con lentejas, garbanzos y frijoles. Algo de caponata y sardinas al beccafico. Agregó un vino y dos copas.
La noche se hizo corta y su espalda se encorvó varias veces, rendida al clímax, húmeda, latente, la pelvis henchida, los labios ardiendo, gozando el recorrido y las vueltas, ¡hay las vueltas! en ésa lucha de poder donde dejó que ganara…
Lo dejó ganar…Una noche sin cielo, cubierto por las luces del afuera irreal y un techo sin techo, mostrando estelas de estrellas de un firmamento soñado. Donde nace la poesía -Hazme volar, todos los continentes. Sucumbir en un fondo azul o verde con peces sin colores, porque me enseñaras a pintarlos. Serás mi paleta y las tonalidades sin brechas, concretas y volubles. Santas y pecadoras. Pues serás mi pecado y mi transgresión feroz e indebida. Serás la omisión culpable de un acto bueno. Y arderé en llamas que se manifiestan en la piel, en las piernas y asciende con lujuria hasta el centro mismo de mi cuerpo, captando tu cercanía y devaneos y jugando a encontrarnos sin vernos, sólo deseando… Sabiendo que es un deseo que asomó desconfiado y nos fue envolviendo, goloso y querendón. Crece y se torna cruento, sin tiempo y sin paciencia. Voraz, inquieto y demandante. No espera, desespera. Se atolondra y escapa, sube y escudriña, hay señales, siempre. Hay señales, siempre. Arremete enloquecido y enloquece a los que los siguen: declarando su culpa-.
Tu piel echa de pétalos negros y gorriones rojos, mis manos que se vuelven huellas para recorrerte, adentrarme y verte sentir placer para poder seguir mirando hasta tu muerte, en mis manos, dentro mío, sobre mí. Cada vez, más feliz, algo cansada, riendo, y salpicando el deseo con tus uñas, con el alma, con las entrañas… vos y yo, tú y yo, los días, los vientos, las aguas, el sol y la luna, los que quieran saber de un buen amor, están invitados. Aquí hay un par de pájaros que aman sin importar por cuánto, hasta cuando, y donde…
Estaban felices, y habían olvidado. Las armas, la muerte, la persecución. Se distendieron y luego de tanta acción, tuvieron hambre y ella puso el mantel y dispuso los alimentos que había llevado. La luna le guiño un ojo, cómplice, y Alfonso sirvió el Chianti en ambas copas y comenzó a servirse el prosciutto, hasta notar que no la había esperado. Ambos rieron mucho y continuaron con el festín, en donde él le contaba como su madre lo hacía sin cocinar, secándolo al aire con sal, con un sabor complejo, muy parecido al que degustaban. Ella le contó lo que había aprendido de su tía, la que la había criado.
La caponata como plato tradicional siciliano que lo servía generalmente como acompañamiento o antipasto. Una especie de guiso agridulce elaborado con berenjenas, apio, tomates, aceitunas y alcaparras. Los ingredientes se cocinan con vinagre y, a menudo, se añade un toque de azúcar para resaltar el sabor característico agridulce. Las berenjenas son el alma del plato.
O las sardinas a la beccafico, otro clásico siciliano. Las sardinas frescas se enrollan y rellenan con una mezcla de pan rallado, pasas, piñones, perejil, ajo y a veces queso. Luego se hornean o se asan y se suelen sazonar con hojas de laurel y un poco de jugo de limón. Le contó además que una vez preguntó porque o de donde salió el nombre "beccafico", y le dijeron que proviene de un tipo de ave que solía ser un manjar para la nobleza, y, que este plato de sardinas imitaba esa sofisticación, pero con ingredientes accesibles. Eran tiempos difíciles Durante esos años, Italia atravesaba un periodo complicado, con restricciones económicas que hacían que las comidas fueran más sencillas y basadas en ingredientes locales y asequibles., aunque ella nunca lo sintió
La situación de los sicilianos en los años 30 estuvo marcada por una serie de factores económicos, sociales y políticos que influenciaron profundamente sus vidas. Por un lado, en esa época, Sicilia enfrentaba desafíos significativos debido a la pobreza generalizada y la falta de oportunidades laborales. La economía rural predominaba, con una fuerte dependencia de la agricultura, pero las condiciones para los trabajadores del campo eran extremadamente precarias.
Además, la mafia siciliana seguía teniendo una influencia considerable en la región. Si bien el régimen de Benito Mussolini implementó una campaña para combatir a la mafia, conocida como la "Campaña Mori", liderada por Cesare Mori, los resultados fueron limitados y no eliminaron por completo su control. Esta lucha contra la mafia impactó directamente a muchos sicilianos, ya sea por la represión estatal o por la violencia de las familias mafiosas.
Por otro lado, muchos sicilianos emigraron en busca de una vida mejor, principalmente hacia América, tanto del Norte como del Sur, donde esperaban escapar de las condiciones difíciles de la isla. La diáspora siciliana contribuyó a la formación de comunidades sicilianas en países como Estados Unidos, Argentina y Brasil, entre otros.
A nivel político, el régimen fascista de Mussolini también influyó en la sociedad siciliana, promoviendo políticas que buscaban integrar la isla más estrechamente con el resto de Italia, aunque muchas de estas medidas no mejoraron las condiciones de vida de la mayoría de la población.