LEA, SU FINAL

1711 Words
CAP. 19 - LEA, SU FINAL La vida en el programa era agotadora. Se mudaban permanentemente, no lograban generar vínculos reales y duraderos, la situación económica era precaria y la edad de Denise naturalmente complicaba un poco más las cosas. Carlo Cosco le hacía llegar mensajes de promesas de un buen pasar a su hija y que todo eso no era posible ya que su madre había tomado la incoherente decisión de no dejarla verla. Lea seguía huyendo, ya sin la asistencia del Estado. Junto a Denise volvían a Bérgamo, al convento donde todo había comenzado. Después se iban hasta Fabriano, en la provincia de Ancona No contaban con dinero y por tanto tiempo huyendo se habían quedado sin red de contención. Lea decidía cambiar la estrategia producto de la desesperación. Le hacía llegar Carlos Cosco el mensaje de que sus declaraciones no lo incriminaban a él, que no iban a ser tomadas en cuenta por la justicia y que habían abandonado el programa de protección de testigos. Que solo quería poder vivir sin miedo a ser asesinada; a cambio le ofrecía que recuperara el vínculo con su hija. Carlo Cosco aceptaba y la relación con Lea y Denise parecía entrar en cauces lo más parecido a una familia funcional, separada, divorciada, pero lo más aparentemente cercano a lo norma. Las dos mujeres habían decidido quedarse en Campobasso y Carlo Cosco alquilaba un departamento en el que se instalaba Denise, la madre de Carlo Cosco y un sobrino de este. Él también ocupaba algunas veces la casa. Era quién lo pagaba y con ello hacía sentir la presión sobre Lea. El vínculo de Lea con Carlo Cosco y el resto de su familia política no se distendía. Ella no podía aceptar, no podía entender qué hacían todos ellos ahí, con ella y con su hija. Ella había cuidado a Denise, la había protegido de todos los peligros, incluso de los peligros futuros, aquellos que de una u otra manera llegarían por estar cerca de la mafia. La precaria convivencia que tenían se rompía unos pocos días después del cumpleaños treinta y cinco de Lea. La relación con su exsuegra era muy mala y está la acusaba a Lea de generarle problemas de salud por los gritos y los insultos de Lea. Uno de esos días, Lea y Carlo Cosco compartían la habitación por primera vez después de trece años. Todo transitaba en una tensa calma, hasta que los reproches de Piera -la madre de Carlo Cosco- hacían explotar a Lea. Con un cuchillo en su mano comenzaba a gritarle a todos en la habitación. -¿Qué mierda hacen todos ustedes acá? ¿Qué carajo hacen acá? Fuera de acá todos. Fuera, fuera-. Los gritos de Lea, que no dejaba de apuntar con el cuchillo a Carlo Cosco, salían de lo más profundo de su alma. La saliva, las lágrimas y el rojo de su cara que demostraban la furia y el odio que la inundaba le daban a Lea un aspecto totalmente desconocido. Carlo Cosco agarraba sus valijas, besaba a Denise y se retiraba de la casa sin emitir un solo sonido. Denise solo lloraba. El 2 de mayo, Lea y Denise iban hasta Roma para asistir a un concierto. Durmieron en la ciudad eterna varios días. El 5 de mayo retornaban a Campobasso. El cansancio del viaje hacía que Denise no fuera a la escuela y decidiera quedarse en la casa. Su padre la había llamado para avisarle que enviaría un técnico para reparar el lavarropas descompuesto de la casa. Pasado el mediodía, el timbre sonaba y Lea abría la puerta con un cuchillo escondido en el bolsillo trasero de su pantalón. El técnico ingresaba y conversaba con Lea de camino a la cocina sobre los posibles problemas del lavarropas. Ya los dos en la cocina, el silencio que anuncia las tempestades invadía el ambiente. El técnico no habría su caja de herramientas y Lea finalmente le decía: “Si tenes que matarme hacelo ya”. El supuesto técnico en realidad era un sicario enviado por Carlo Cosco que se abalanzaba sobre Lea e intentaba asfixiarla. Ante los gritos y el ruido del forcejeo, Denise bajaba corriendo y se sumaba a la pelea de su madre con el sicario para sobrevivir. El sicario al sentir a Denise sobre su cuerpo que se sumaba a la lucha lo hacía entrar en pánico. Denise no debía estar allí, debía estar en la escuela. El sicario lograba sacarse de encima a las dos mujeres y emprendía la huida. Lea no había escapado de un intento de asesinato. El sicario debía secuestrarla y trasladarla hasta Bari, en la región de la Puglia, donde esperaban Carlo Cosco y sus hermanos para asesinarla. Lea y Denise el mismo día del ataque huían y pasaban la noche en una pensión de Campobasso. No tenían dinero. Habían huido sin el poco dinero con el que contaban. Al otro día, escapaban de la pensión sin pagar y se instalaban en una carpa en la plaza de Campobasso, frente al edificio del alcalde. Allí estarían seguras, pero no había vida posible de continuar así. Lea se decidía por volver a Calabria, a Petilia Policastro, a Pagliarelle, donde suponía que todos y cualquiera podría asesinarla, pero también el único lugar en donde tenía un plato de comida y un techo digno para su hija. Las dos tomaban el tren y llegaban a Pagliarelle, a la casa de Santina, la madre de Lea y la abuela de Denise. Los primeros días eran de encierro absoluto; los subsiguientes solo para Lea. Denise comenzaba a caminar por el pueblo, tomaba helado, comía pizza con sus amigos y hacía excursiones con su padre que viajaba cada vez con más frecuencia desde Milán hasta Calabria. Después de casi veinte años, Lea estaba como cuando había huido, cuando tenía quince años y se había aferrado a la esperanza. Quince años después estaba encerrada, con miedo y enterrada en un pueblo en el que ya no tenía más que a su hermana y su madre. El tiempo que Denise compartía con Carlo Cosco aflojaban los nervios de Lea que comenzaba a bajar la guardia. Pensaba que quizás el padre de Denise se había ablandado, que le había perdonado todas aquellas supuestas ofensas. Carlo invita a su hija a su casa de Milán, en el mismo edificio del que Lea había huido cuando Carlo Cosco la había golpeado. El padre lograba convencer a su hija con la promesa de unos días de descanso y compras en una ciudad como Milán, la ciudad de la moda, una moda que todavía resultaba ser lejana en Calabria. Lea estaba convencida o se convencía de que Carlo Cosco había cambiado. También pensaba que Milán no era Calabria y que asesinarla allí no era algo que pudiera ocurrir. La abogada discutía con ellas. Les pedía, casi que les rogaba que no fueran a Milán. Les ofrecía poner a disposición las instalaciones de la asociación Libera para que ellas vivieran y se sintieran protegidas. Pero la táctica de Carlo Cosco para franquear las defensas de Lea y su hija había sido exitosa y Lea solo tenía en su mente a un hombre que ya no la maltrataba y que parecía amar a su hija. Lea y Denise se despedían de la abogada y finalmente se subían en el tren nocturno con destino a Milán. Cuando las dos llegaban a la estación de trenes de Milán las estaba esperando Carlo Cosco. También estaban varios hombres de la 'ndrina de Cosco en la estación. Vito y Giuseppe Cosco -los hermanos de Carlo Cosco-, Massimo Sabatino -el falso reparador de lavarropas-, Rosario Curcio y Carmine Venturino, dos miembros más de la organización criminal, que día y noche seguían a Lea por las calles de Milán. Eran parte de un plan que Carlo Cosco no había logrado ejecutar ni en Calabria ni en Florencia y que con el tiempo terminaban justificando la que era la aparente paranoia de Lea. En Milán, el plan que Carlo Cosco había diseñado para matar a Lea había fallado varias veces. Había logrado separar a Lea de Denise, pero en esas oportunidades, los asociados a su 'ndrina habían fallado. La obsesión de Carlo Cosco por matar a Lea era algo conocido en el mundo y submundo de la 'Ndrangheta y no podía seguir dejando pasar el tiempo, el supuesto prestigio que debía recuperar frente a los demás asociados ya había sido mancillado varias veces por Lea y durante mucho tiempo. La última oportunidad se le presentaba el día en que la madre y su hija debían regresar a Calabria. En el tren de las 23.30. Para ello, le agendaba a Denise una cena de despedida con sus primos, mientras él supuestamente iba a cenar a solas con Lea. Cerca de las seis de la tarde Carlo Cosco recogía a Denise y la llevaba hasta el número 6 de vía Montello. Luego pasaba a recoger a Lea para supuestamente ir hasta un restaurante en el centro histórico de Milán. Carlo Cosco le pedía a Lea que lo acompañara hasta un departamento cercano al restaurante para recoger unas cosas. Los dos bajaban del vehículo frente a un edificio en la vía San Vittore. Los dos ingresaban al edificio mientras eran observados por Carmine Venturino que a una distancia prudencial y en la oscuridad controlaba el ambiente. Lea y Carlo Cosco subían por el ascensor y cuando llegaban a la puerta del departamento los recibía Vito Cosco. Lea comenzaba a ser golpeada una y otra vez. Su ropa desgarrada y finalmente asesinada mediante la asfixia con una cuerda alrededor de su cuello que seguramente Carlo Cosco se había reservado el derecho de cometer. Media hora después de que los dos habían ingresado al edificio, Carlo Cosco se retiraba en el mismo auto en el que había llegado junto a Lea. Minutos después lo hacía Vito Cosco que iba al encuentro de Venturino y le decía -Ya está hecho, Lea está muerta. Encargate-. Después de trece años, en poco más de media hora, con tan solo cuarenta o cincuenta segundos de apretar con fuerza y odio una cuerda alrededor del cuello de Lea, Carlo Cosco cumplía con la tradición de la mafia y su supuesto deber.
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