UN SECUESTRO MORTAL

1057 Words
CAP. 26 - UN SECUESTRO MORTAL Mientras que la gente de Ágata organizaba nuevos golpes, un joven estudiante de medicina -que pertenecía a una familia tradicional rioplatense- fue raptado en la provincia de Santa Fe y luego de efectuado el pago del rescate, muerto por sus captores. El caso motivó una respuesta que muchas veces estuvo al margen de la Ley y la expulsión del país de delincuentes extranjeros. Fue el acontecimiento que impulsó el proyecto de agregar la pena de muerte al código penal, con la aprobación del Senado y el apoyo de Manuel Iriondo, ministro de Justicia del entonces presidente Agustín P. Justo Aryesa pasaba unas vacaciones en El Calchaquí, la estancia que su familia tenía a 20 kilómetros del pueblo de Marcos Juárez. Había viajado con dos amigos, y con el hijo del ministro del interior del presidente. Cuando volvían de Marcos Juárez junto con el mayordomo, los jóvenes observaron un vehículo estacionado contra la tranquera y un hombre en el camino que les hacía señas con una linterna. Al detenerse fueron reducidos por un grupo integrado por sicilianos, según se supo . “Mañana llegará una carta a la estancia donde se exigirá el precio por el rescate, que deberá ser entregado en el lugar indicado”, anunciaron. En la madrugada del 24 de octubre, los mafiosos liberaron al hijo del ministro quién llevaba una carta redactada por Aryesa para su madre. “Un consejo que les doy encarecidamente es que en ningún momento se olviden de ponerse en el caso nuestro. Lo que hay que hacer es pagar sin titubeos y no dar absolutamente ninguna publicidad ni a la gente ni a la policía pues eso podría costarnos muy caro. No se dejen influenciar por los entendidos que dicen que no se debe pagar. Paguen enseguida, inmediatamente, no se metan con la policía”, suplicó el joven. Pero el secuestro trascendió de inmediato a la prensa y a las policías de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Los mafiosos pidieron 120 mil pesos como rescate y exigieron que el encargado del pago viajara durante cuatro días consecutivos entre Rosario y Marcos Juárez en un auto distinguido con una bandera argentina en el radiador. La repercusión periodística, los procedimientos policiales tan espectaculares como inútiles y también el mal tiempo -una fuerte lluvia dejó intransitable el camino- frustraron el encuentro y obligaron a un cambio de planes. El 27 de octubre Aryesa redactó otra carta en el sótano de la verdulería donde lo mantenían cautivo. Si en la nota primera trataba de llevar tranquilidad a su familia, ahora confesaba su desesperación: “Hace 4 días que estoy secuestrado en un lugar donde nadie sabe ni sabrá nunca adonde estoy. Es inútil que trabaje toda la policía pues no me encontrará. (…) Ahora vamos a cambiar el sitio adonde se entregará la plata. Cumple todo esto al pie de la letra y ten en cuenta que peligra seriamente mi vida. Si no hubiera sido por el escándalo que han metido con la policía ya estaría en casa. Por favor Horacio querido, hacé que salga de este lío pues me vuelvo loco”. A continuación, transcribió las instrucciones de los mafiosos. El rescate debía ser pagado por dos personas en Rosario, el 30 de octubre. Los encargados de llevar el dinero tenían que salir a pie a la una de la tarde desde la esquina de San Martín y Ayolas, en la zona sur de la ciudad, “hasta el punto donde termina el adoquinado” y volver al punto de partida; a las siete de la tarde repetirían el recorrido. “Llevarán en el bolsillo del saco pañuelo blanco de seda bien a la vista. Los secuestradores se les acercarán y preguntarán ¿ustedes deben entregar algo? A esta pregunta, ustedes entregan el dinero y se van tranquilos a casa”, escribió el joven. Fueron sus últimas palabras. El 29 de octubre llegó a Marcos Juárez una brigada de la policía porteña encabezada por el comisario Víctor Fernández Bazán para colaborar en la investigación. La única pista era que los secuestradores hablaban un castellano atravesado con acento italiano, “probablemente siciliano”, por lo que los procedimientos apuntaron hacia la población de ese origen. Un vecino de la estancia El Calchaquí, había aportado la información para el secuestro y aconsejado la elección de Aryesa antes que las de unos comerciantes de Marcos Juárez y de Leones que también estaban en la mira, además de alojar en su chacra al grupo de Rosario la noche anterior al secuestro. Pero fue desestimado como sospechoso. Mientras crecían las dudas y las críticas hacia la intervención policial, el 30 de octubre, dos amigos del secuestrado entregaron el rescate según las instrucciones recibidas. Los 120 mil pesos fueron pagados en billetes de a cien, cuya numeración fue aportada más tarde a la policía y permitió rastrear parte del botín. El telegrama con la orden de "larguen al chancho" para liberar a Ayerza que la mujer de un detenido recibió y no entendió, y que en algún punto de la cadena el mensaje cambió a “maten el chancho” y el crimen se habría debido a ese equívoco. Aryesa fue asesinado el 1° de noviembre de 1932 en el mismo sótano donde lo tenían cautivo. Los cuidadores del secuestrado en la localidad cordobesa de Corral de Bustos creyeron que todo se había complicado en extremo, por lo que uno de ellos condujo al joven hacia un maizal y lo asesinó de un escopetazo por la espalda. El crimen quedó por el momento en el secreto. Los secuestradores no volvieron a comunicarse y hacia fines de año el caso empezó a perder espacio en la prensa y en la atención pública ante la falta de novedades. Y si de sicilianos hablamos, todos estaban bajo la mira. El ambiente estaba muy sombrío y peligroso. Nadie quería quedar involucrado. Un secuestro que no había salido bien. Una muerte y de alguien de peso social. Un rico. Ágata sabía que debía salir con su gente lo más pronto posible hacia otra provincia y se decidió por Tucumán. Hacía un tiempo que planeaba el asalto a un banco y era su oportunidad. Lo habló esa misma noche con la banda y se dirigieron rumbo a la provincia del norte
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