Capitulo 4

1531 Words
Sofía Después de despedir a Gaby, voy directo a mi recámara, tomo la foto que tengo en mi buró y unas lágrimas derraman por mis mejillas. Suspiro porque siento una opresión en mi pecho, jamás me había sentido de esa manera, como si me faltara algo. Dejo la foto en su lugar y tomo mi bolso. Todavía me quedan algunas clases para terminar mi bachillerato. Bajo las escaleras y Mandy me detiene. —¿Te encuentras bien? Yo le sonrío y asiento, pero tengo un nudo en mi garganta que no me deja contestar. Ella me abraza y me susurra al oído: —Tienes que aclarar tu mente y tu corazón y ver realmente lo que quieres, porque puede que haya una segunda oportunidad, pero no creo que una tercera. Así que toma una buena decisión. Yo le sonrío a mi hermana, pero escucho cómo mamá grita que es hora de irnos. Cuando subo al coche, mamá me sonríe, creo que mi cara le dice todo, ya que no menciona ni una sola palabra. Cuando llegamos a la escuela, bajo del coche y Mario ya me espera en la entrada. Solo suspiro, porque, sinceramente, no tengo muchos ánimos de verlo el día de hoy. Me acerco a él y besa mis labios, pero no le corresponde. Él se aleja y se cruza de brazos, y me dice: —Cielo, ¿tenemos algún problema del que yo no esté enterado? Yo solo suspiro, porque sinceramente no estoy de ánimos para discutir con él, así que simplemente niego y sigo caminando hacia mi salón. Pero él viene tras de mí y no deja de parlotear. —Amor, ¿hice algo mal? Necesito que me digas si hice algo malo, porque a lo mejor no me di cuenta. Sofía, ¿me podrías contestar, por favor? Yo me volteo un poco molesta. —No, Mario, tú no hiciste nada malo. Simplemente, el día de hoy no estoy de humor para discutir contigo. Me dejas tranquila, por favor. —Vaya, la princesa no está de humor. Si hay algo que me molesta de Mario es cuando se pone modo irónico, me exaspera. Pero yo le sonrío. —Efectivamente, el día de hoy no estoy de humor. Así que por favor, evitemos problemas. Me doy la vuelta y lo dejo hablando solo. Voy directo a mi salón de clase, me siento y empiezo a sacar mis libros. Saco un pequeño cuaderno y empiezo a garabatear. Estoy perdida en mis pensamientos cuando me doy cuenta de que el salón está completamente lleno y el profesor acaba de entrar. Voy a cerrar mi cuaderno y solo una palabra está escrita ahí, pero en repetidas ocasiones: el nombre de Gabriel. Dios, necesito dejar de pensar. De inmediato cierro el cuaderno y lo guardo en mi bolso. Trato de prestar atención, pero chequeo constantemente mi celular y no me ha marcado ni siquiera un mensaje para avisar si ya ha llegado. De pronto, el profesor me llama. —Señorita Sofía. Yo levanto mi rostro y le sonrío. —Dígame, profesor. Él mira su reloj y suspira. —Hace aproximadamente 5 minutos le estoy llamando para que me resuelva el problema que tenemos aquí, pero creo que su celular es más importante. Por favor, vaya a la dirección y les da esta amonestación, y a la próxima, por favor, ponga más atención. Todo el salón se llena de carcajadas y yo me pongo roja de vergüenza. Sinceramente, no lo había escuchado. Me levanto, tomo mis cosas y voy directo con el profesor. Tomo el papel que me está dando y voy hacia la dirección. Me acerco a la secretaria. —Disculpe señorita, me mandó el profesor. —Sí, ya me llamó. Ya llamé a su madre y viene para acá. Santo Dios, cómo odio a ese profesor. Mamá me va a regañar y voy a estar castigada no sé cuánto tiempo y solo por estar pensando en estupideces. Pero es que Gabriel ni siquiera se digna a llamarme o mandarme un mensaje si ha llegado con bien. Después de un rato de estar ahí, veo que se acerca Mario. Se me queda viendo con una ceja alzada y se acerca a mí. —¿Y tú qué haces aquí? —Esperando a mamá. —Es extraño verte en dirección, ¿qué pasó? —Mario, ya con darle las explicaciones a mi madre tengo. Déjame tranquila, por favor. Él toma asiento a un lado mío y yo solo suspiro. Mario me gustó desde la primera vez que lo vi. Es un chico dulce, tierno, pero también tiene su lado poco agradable, como cuando se enoja. A veces trata de humillar me, y eso es algo por lo que siempre hemos peleado, ya que yo jamás dejo que eso pase y a él le frustra no poder controlarme. Volteo y lo miro. —Me puedes decir qué diablos te pasa, ¿por qué andas con ese carácter que ni tú sola te aguantas? —No me pasa nada, Mario, ¿qué quieres que te diga? —La verdad, te conozco desde hace tiempo, mira dónde terminaste, en dirección. Vamos, princesa, ¿por qué no me dices qué te sucede? Y soy salvada por la campana porque veo que viene mi madre. Se ve un poco molesta. Yo me levanto y dejo a Mario ahí sin responder lo que quiere saber. Me acerco a mi madre y beso su mejilla. Ella solo se cruza de brazos. —Sofi, ¿qué fue lo que pasó? —Nada malo. —Ah, sí, ¿y por qué me llamaron si no es nada malo? Yo suspiro y le doy el papel que el profesor me había dado. En eso sale el director y nos hace pasar. Empieza a hablar con mi madre y dice que solo es una advertencia, ya que soy una niña muy bien portada. Mi madre, al escuchar al director, solo voltea los ojos y yo sonrío. Cuando salimos de la oficina, Mario se acerca a mí y me jala del brazo. Mi madre lo ve mal y yo me safo de su agarre. Entonces, mi madre se le acerca. —Tú la vuelves a jalar de esa manera y te va a ir muy mal, ¿me entiendes? Él solo asiente, pero me dice: —Necesito hablar contigo. —Ahora no, Mario. Mañana en este momento no creo que sea prudente. Él asiente y mi madre y yo nos alejamos. Cuando subimos al coche, se siente el ambiente tenso y la que rompe el silencio es mi madre. —Sofi, ¿me quieres decir qué fue lo que pasó? —Mamá, el profesor exageró. Solo estaba viendo mi celular. —¿Y qué cosa más interesante estaba en tu celular que no estabas prestando atención a la clase? Yo agacho mi cabeza y siento mis mejillas arder. —Estaba esperando una llamada o mensaje de Gaby, pero no me ha mandado nada. ¿Puedes creer que se acaba de ir y ya se olvidó de mí? Mi madre suelta una carcajada y yo la miro mal. —Mamá, no le veo lo gracioso. —Yo sí —y ella sigue riendo. Yo solo me cruzo de brazos y miro hacia fuera. Una lágrima se derrama por mi mejilla y la limpio de inmediato. Mamá para de reír. —¿Por qué no me dices qué es lo que te pasa realmente, Sofi? Yo me quedo callada porque realmente no sé lo que me sucede. Entonces, se acerca a mí y me abraza. Yo rompo en llanto. —No lo sé, mamá. Es algo que no puedo explicar. Siento mucha tristeza y una opresión en mi pecho, como si me faltara algo. Ella se aleja y limpia mi rostro, y me sonríe. —¿Y qué es lo que te falta, cariño? —No lo sé, pero estoy enojada. Gabriel no debió de haberse ido. ¿Por qué no podía estudiar aquí la universidad? ¿Por qué se tenía que ir? —Entonces, eso es lo que te falta, cariño: Gabriel. —Es que tú no entiendes. Y si encuentra una chica que no lo deje hablar con nosotros, y si lo aleja... —Sofi, sabes que eso no va a pasar. Gabriel siempre va a estar con nosotros. Yo me quedo callada porque, a pesar de que es hijo de ella, no me entiende. Mamá comienza a manejar y vamos directo a casa. Llego y de inmediato me subo a mi recámara. Estoy cambiando mi ropa por una más cómoda cuando mamá me grita desde la cocina. Yo bajo a ver qué es lo que necesita y me extiende un sobre muy grande. —Correspondencia, cariño. Es emocionante, ¿verdad? Es de la universidad. Yo le sonrío y lo tomo. Lo abro y fui aceptada en la Universidad de California, pero, si soy sincera, no me emociona mucho. Entonces, se me viene a la mente una idea. No sé si mamá y papá estén de acuerdo, pero haré el intento. Yo sonrío y subo corriendo a mi habitación.Tomo mi laptop y, pongo en el buscador "universidad de Nueva York". Sí, lo sé, estoy loca.
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