CAPÍTULO 5

1348 Words
Al entrar en el salón, se encuentra con un montón de personas que seguramente ellos también estén hospedados, en el hotel. Sin dejar de mirar el salón de fiestas, camina despacio observando la decoración navideña que para ella es maravillosa. Salta a la vista que los decoradores han tenido un gusto exquisito y muy elegante. Ahí adentro hay millones de luces de colores que no dejan de parpadear, parecen luciérnagas iluminando la sala por todos los rincones. A su derecha hay un pino de navidad que es enorme, mide casi los dos metros de altura. Es tan grande que lleva muchos metros de lazo rojo y verde enrollados en él con delicadeza, para decorarle, aparte de pequeñas bolas de cristal, y otra clase de adornos pequeñitos que cuelgan de sus ramas. Lesley comprende que es indiferente en esa sala, nadie la reconoce y por una vez en su vida, siente que se ha desprendido de su trabajo. A pesar del alcohol que la acompaña corriendo por sus venas, se siente libre. Desde un pequeño escenario que está situado al fondo del salón, la música no deja de sonar. Los músicos comienzan a tocar una balada muy romántica, y las parejas que hay comienzan a bailar de forma muy suave. Lesley les mira y siente nostalgia, a ella también la gustaría que en estos momentos su vida cambiara, y apareciese Bryan por esa puerta; para bailar con ella. Los músicos están tan contentos que suben el volumen un poco más, para que más parejas se animen. Con la vibración del sonido una bola del árbol cae al suelo, y rueda hasta llegar a ella, con la punta de su zapato la frena y la recoge del suelo. Sus intenciones devolverla al árbol la hacen caminar hacia él olvidándose del bullicio, pero en ese momento la música se para; y el grupo de chicas de la despedida de soltera, corren para acercarse más al escenario. Una de ellas la empuja sin querer y la bola resbala de sus manos, al caer al suelo comienza a rodar y Lesley la persigue sin pensar. Semi agachada, mirando al suelo sin perder la pequeña bola de vista, llega hasta el escenario sin darse cuenta y atrapa la bola. Cuando la vuelve a tener en sus manos y levanta la vista al frente, se encuentra cara a cara con un chico de su edad semi vestido de papá Noel, sin camiseta, lleno de músculos y un micrófono en su mano. —Buenas noches señorita, creo que ya encontré mi regalo de navidad —comenta cogiéndola en volandas, para subirla con él al escenario. —¿Su regalo de navidad? —pregunta, mareada al sentir su estómago pegado al hombro del chico. Despertando de su distracción, y con los pies en el escenario, al ver que todo el público la mira a ella y que es el centro de atención; intenta darse la vuelta y salir de ahí en ese mismo instante. El chico la sujeta de la mano, y la empuja sentándola en una silla. La música vuelve a sonar, esta vez es un poco más sexy, y una de las solteras del grupo sube al escenario y comienza a bailar con el boy. El espectáculo es tan espelúznate, que todos miran a la pareja. Lesley les tiene tan cerca a los dos, que se tapa los ojos con la mano. Cuando se da cuenta de que nadie la mira, aprovecha la ocasión y sale gateando de ahí, al llegar a las pequeñas escaleras se pone en pie y huye despavorida. Antes de salir de la pista de baile, pide una copa en la barra, sale al hall del hotel y se recuesta en uno de sus sillones. Lo que acaba de sucederla hace unos minutos, ha sido lo más bochornoso que le ha pasado en la vida. Poco después, con la copa a la mitad, la música termina y las personas suben a sus habitaciones, para dormir. La fiesta de esta noche se ha terminado. Lesley no puede dejar de mirar a una pareja, que esperan con paciencia a que llegue el ascensor para subir a su habitación. Sus arrumacos y caricias son tan tiernas, que pronto regresa a su memoria el romance que mantuvo con Bryan. Una de las lágrimas que mantenía guardadas en sus ojos, le comienza a rodar por su mejilla, la limpia con sumo cuidado y la recoge entre sus dedos, intentando recordar lo que pudo ser y no fue al final. Con ello comprende que Bryan no se fue por culpa del trabajo o de ella misma, sino porque no la quería ya hacía mucho tiempo. Llevaba años tratándola mal, recibía contestaciones inesperadas, miradas descaradas, desprecios, y la gran parte de las veces que se enfadaba con ella, él se encargaba de recordarle que ella era inferior a él. Lesley estalla en un mar de lágrimas, y se acerca a una pequeña mesa que hay, en un rincón del hall del hotel. Apoya su espalda en la pared y deja que el peso de su cuerpo la lleve al suelo despacio. Sentada y acurrucada sobre sí misma, coloca su copa sobre la mesa, para continuar recordando los motivos por los cuales Bryan no la merece. Limpiando su cara después de media hora, ve que papá Noel también se va a dormir, cuando le pierde de vista, intenta ponerse en pie, pero está tan ebria que su trasero se vuelve a pegar suelo. Por suerte para ella; un chico se coloca a su lado, la sostiene del brazo y la ayuda a levantarse. —Gracias, pero puedo sola —comenta Lesley, intentando no tambalearse. —Yo... Yo solo quería ayudarla, pensé que no se encontraba bien —responde, abriendo sus manos al pensar que la chica va a perder el equilibrio. —Muchas gracias, de verdad —responde Lesley esquivándole la mirada—. Hip… Puedo sola. Hip… En serio, hip… hip… solo necesito llegar hasta mi habitación y dormir —responde mirándole esta vez a los ojos. —Me llamo Robert —se presenta, extendiendo su mano—. ¿Está segura de que puede llegar sola? —pregunta, intentado ayudarla. —Sí. Hip… O eso creo —responde, un poco dudosa al intentar caminar y ver que se marea. Robert la ve tan solitaria y desmejorada que la sujeta por la cintura y la ayuda a llegar hasta el ascensor, cuando la puerta se abre, la empuja suavemente para que entre la primera. —Señorita le prometo que solo la acompañaré hasta su habitación —dice mirándola a los ojos, y colocándola un mechón de su cabello por detrás de la oreja, para poder ver mejor su cara. Lesley le mira y sonríe, y Robert responde a su sonrisa, y se queda callado sin saber qué hacer con ella. Cuando las puertas del ascensor se cierran, Lesley comienza a tambalearse con el movimiento, y él la sujeta enseguida por la cintura para ayudarla a estabilizarse. Cuando recupera su equilibrio se separa de Robert, y él se da cuenta de que le está huyendo, pero aun así dice: —No se preocupe, no quiero nada en concreto, y menos en las condiciones que está usted esta noche. —Está bien, por qué no quiero novio —argumenta enseguida, dedicándole una preciosa sonrisa—. Ya he tenido suficiente con el último —espeta, dejando un suave toque con su dedo índice sobre la nariz de Robert. —¿A qué habitación tenemos que llegar? —pregunta fingiendo, seguirle la corriente a Lesley. —A la quinientos diecisiete. ¡O, espere...! También puede ser la quinientos dieciocho. No estoy segura, pero es una de esas dos. —De acuerdo, habrá que probar suerte entonces —comenta entre dientes Robert, intentando sostenerla para que no se caiga. Cuando las puertas del ascensor se abren, Lesley comienza a reír sin parar, Robert la mira y pregunta: —¿Ahora qué pasa? —Qué es en el quinto piso y... Estamos en el séptimo —dice al haber escuchado al ascensor hablar.
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