Más tarde, Regina estaba revisando su ropa para elegir el conjunto de la noche. Jacques había sido previsor y le había dejado notas con las combinaciones adecuadas, sin descuidar ningún detalle. Oyó sonar su teléfono. “¡Jacques, eres tú! ¿Cómo va todo a bordo?” “Dejémonos de charlas, querida. ¿Qué vestido has decidido ponerte?” “Bueno, como tengo un maquillaje parecido al de la noche del casino, pensaba ponerme el mismo vestido.” Del otro lado de la línea se oyó un grito tan fuerte que tuvo que apartar el teléfono de la oreja. “¿Qué pasa, Jacques? ¿Te has caído?” preguntó preocupada. “¡No! ¡Me has dado un infarto! ¿Estás loca? ¿El mismo vestido? ¡Con toda la ropa que tienes y quieres que te vean dos veces seguidas con el mismo atuendo! ¡Eso es el colmo de la pereza! ¡Lo sabía, lo sa

