Kahan y Regina habían llegado a la puerta de su camarote y se estaban despidiendo. “Gracias por la bonita velada, Kahan, ¡el helado estaba riquísimo!” “Gracias a ti, niña” le guiñó un ojo. “Has sido una compañía encantadora.” Fijó la mirada en sus labios y suspiró. “Si nadie se apresura a cortejarte, vuelvo a la carga, te lo advierto.” le dio un beso en la frente, “Por ahora no te preocupes, duerme bien, cariño.” Esas palabras le calentaron el corazón. El visir sabía cómo tratar a las mujeres; se sentía halagada y pensó que quizás un beso de aquel hombre no estaría nada mal… En ese momento oyeron un estruendo en el pasillo, alguien corría como si tuviera a un policía pisándole los talones. Kahan instintivamente abrazó a Regina para protegerla, y ambos se volvieron hacia el ruido. Pa

