Al día siguiente, durante su descanso, fue al pequeño bar cerca de la zona común, donde servían el desayuno. El camarero estaba de pausa, pero había alguien más. Joridey había subido al mostrador y rebuscaba en los estantes altos de la despensa, de puntillas. Estaba desequilibrado. "¡Joridey, qué haces ahí arriba? ¡Baja, es peligroso!" El niño, asustado, osciló peligrosamente. "¡Caray! ¡Me asustaste!" "¡Perdón! ¿Pero qué estás haciendo?" "¡No puedo alcanzar el frasco de Nutella!" "¿Y no podías pedir ayuda a alguien? ¿O ponerte en una silla… el mostrador no está hecho para soportar el peso de una persona, aunque peses 30 kg mojado?" "No, el cocinero no me da, al contrario, lo esconde porque dice que como demasiado. ¡Y con la silla tampoco llego hasta allí arriba!" "¿Tienes hambre?"

