Regina fue a su camarote a buscar el vestido y los zapatos. También cogió la joya que le había regalado Joridey, pero dejó de lado los pendientes; los tenía, pero eran todos de bisutería de dos euros. Luego llevó todo a la cabina de Raessa. “¡Por fin llegaste, anda, anda, pon todo en la cama, ven aquí que te paso la plancha!” Raessa le alisó el pelo y le puso un maquillaje ligero. “Todavía estás nerviosa. ¿Pero de qué te preocupas? ¿Piensas que el visir te va a saltar encima?” “No, claro que no.” “¿Entonces de qué?” Ella vaciló. “Tengo miedo de que conmigo se aburra.” “¿Y por qué?” se sorprendió la sous chef. “Porque él está acostumbrado a estar rodeado de bellezas extraordinarias y fascinantes, salir conmigo será un suplicio… no tengo nada interesante que contar y me da miedo que

