capitulo 6

1180 Words
Al día siguiente, con un rápido movimiento, abrió su diario y lo leyó sin mucho interés. Su noche había sido corta, y adormecida por tórridas fantasías, en las que, Apolo sometía a la joven a sus deseos a su antojo. Se había despertado sudando, con la libido desatada. Se había sometido a vigorosos ejercicios durante una buena hora para acallar sus salaces pensamientos. Su teléfono sonó justo cuando sus sueños volvieron a perseguirle. - ¿Hola? El tono de su voz era duro, pero no pudo controlarlo. - Penélope St. George, de veintiocho años, que vive en Seattle, y que se encuentra en estos momentos en el este de Moscú con un hombre llamado Nicolai Stavovich. Apolo cerró los ojos. - Perdí un  infinita de tiempo porque su teléfono estaba roto. Lo siento, viejo. - Está bien. le aseguró Apolo, frotando su mejilla. En efecto, tenía razón, esta mujer no tenía problemas. Sólo un ridículo quid pro quo y una avería telefónica habían llevado a Agatha Kristy a Rusia. Sacudió la cabeza. - Gracias por tu ayuda, Santos. Te llamaré pronto. Tiró el teléfono sobre la mesa y cerró el papel con un improperio. En ese mismo momento, la joven entró en la cocina. Apolo contuvo la respiración por primera vez en su vida. Su cabello dorado estaba cubierto por una multitud de trenzas que formaban una magnífica corona. Iba vestida con unos pantalones negros y un jersey beige que le quedaba demasiado grande y no conseguía ocultar sus deliciosas curvas. Apretó los puños.   -  Hola. Inclinó la cabeza. - Buenos días señorita, ¿ha dormido bien? Ella sonrió. - ¡Como un bebé! Le acercó la cesta de pasteles y la invitó a servirse. Cogió un croissant y lo mordió. - ¿Así que ha comenzado su investigación? La joven preguntó con dudas. Apolo inspiró imperceptiblemente y observó su tez diáfana. Un ligero brillo en sus mejillas sonrosadas mostraba que había entrado recientemente en la ducha, cuyo vapor debía crear un hermoso halo alrededor de su cuerpo desnudo. Apolo se endureció. - Lo único que puedo decirte es que no está en peligro. Sorprendida, bajó la media luna, con la boca entreabierta, exhalando un suspiro de alivio. - ¿De verdad? ¿Cómo puedes estar tan seguro? Apolo se pasó una mano por el pelo, pensando. ¿Por qué no le decía la verdad? - Mi amigo ha investigado y tu amiga no aparece en los datos de personas desaparecidas o muertas. Apolo se puso en pie de un salto y se giró hacia la ventana. Embargado por el egoísmo, Apolo mentía deliberadamente sin el menor remordimiento al hacerlo. - Debo decir que me siento aliviada. Quizá tengas razón, quizá no tenga nada. Giró ligeramente la cabeza sin darse la vuelta. - Es una buena noticia, pero tengamos cuidado. - ¿Precaución? ¿Qué quieres decir? preguntó con una voz teñida de ansiedad. - Bueno, deberías quedarte aquí mientras me aseguro de que está bien. Se giró y la vio con la cabeza gacha, parecía estar pensando. - No quiero quitarle mucho tiempo, Sr. Ivankov. Dijo, apartando un mechón de pelo rebelde que le había caído en la frente. Apolo reprimió una sonrisa. - No se preocupe por eso, señorita, no está abusando de mi tiempo. Dijo, consultando su reloj. Bueno, es hora de que me vaya. Desconcertada, parpadeó a toda velocidad. - ¿Te vas? ¿Pero dónde? Apolo recuperó su teléfono y lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta. - Tengo que ir a mi empresa. Explicó, terminando su café de un solo trago. Aprovecha el tiempo para dormir o hacer algo de chicas. Apolo salió de la cocina en señal de protesta. - ¡algo de chicas! ¡Estás hablando en serio! exclamó la joven, siguiéndolo. ¡No vas a dejarme sola aquí en medio de la nada! - Es muy relajante aquí, y .... La joven se puso delante de la puerta principal para impedirle el paso. Dios, era hermosa.   Apolo resistió la tentación de agarrarle las coletas y tirar de ella contra él. - ¿Y si alguien viene a matarme? Apolo se rió mientras ponía la mano en la puerta, atrapándola contra ella. - Nadie va a venir a dispararte. Aquí estás a salvo. - No estoy nada seguro, Sr. Ivankov, me siento como si estuviera... Hizo una pausa. - ¿estuviera? Apolo se impacientó. - Como la víctima de una vieja película de terror. Apolo le agarró un mechón de pelo y entrecerró los ojos. - Hmmm yo iría con la heroína matando al villano. Vio su pequeña garganta tragar. - Y supongo que... ¿tú eres el asesino en serie? Dijo con una risa nerviosa. Lentamente, esbozó una sonrisa diabólica. - Exactamente.... Apolo la levantó por la cintura y la dejó en la dirección opuesta a la puerta, ella hipó. Era tan ligera que sintió que la rompía. - Mientras tanto, el asesino en serie se retrasa, volveré en dos horas. dijo Apolo mientras seguía recorriendo su juego. Abrió la puerta y se dio la vuelta. - Aprovecha tu tiempo libre para encontrar los cuerpos de mis víctimas. Añadió con un aire de falsa seriedad. Agatha observó cómo se cerraba la puerta, con la boca abierta. ¿Hablaba en serio? Con los puños apretados en las caderas, Agatha comenzó a hablar consigo misma antes de que un ruido metálico la sobresaltara. Las cortinas metálicas cayeron a su alrededor en la enorme villa, sin dejarle ninguna posibilidad de salir. Su corazón se aceleró cuando el vidrio detrás de ella fue golpeado. Agatha jadeó al darse la vuelta. El hombre tenía el antebrazo apoyado en el ventanal, sonriendo. Saludó con la mano y se alejó, todavía caminando con despreocupación. - Usted..... Se acercó a la ventana y, a través de los frescos metálicos, le vio entrar en su coche. - ¡Vuelve inmediatamente! gritó Agatha, golpeando la ventana. Doble acristalamiento, concluyó, sacudiendo su mano dolorida. Rov llegó en el momento más dramático de su triste vida. Con aprehensión, le sonrió mientras se desplazaba por fax a lo largo del mirador. Rov se acercó y la olfateó. Agatha intentó acariciar su pelaje. Él la dejó, poco a poco ella sintió un contacto positivo entre ellos. Sin que su amo se lo pidiera, se echó a sus pies. Agatha se apartó y decidió volver a subir, y Rov la siguió a la carrera. La villa, perdida en el bosque, estaba en silencio; un ruido era suficiente para sobresaltarla, creando un escenario de desastre en su cabeza. Pero, picada por la curiosidad, se quedó en el primer piso y recorrió el pasillo, abriendo las puertas sucesivamente hasta dar con el escritorio del hombre. Mordiéndose el labio, entró en el despacho, escudriñándolo con una mirada atenta. Un gran sillón de cuero se encontraba al fondo de la sala, mezclado con la oscura decoración del despacho. Colocó sus nalgas sobre él, ocupando el lugar del señor. - Así que, veamos qué esconde tu maestro. Le dijo a Rov, que había apoyado la mandíbula en su rodilla.      
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