CAPÍTULO 10

1688 Words
—Quiero hablar contigo —dijo la mujer que, desde que puso un pie en el edificio, le robó la respiración a la recepcionista del lugar—, ven a almorzar conmigo. Y, ante la orden de la mujer, Erena pudo entender de dónde era que Alonso había heredado su carácter y sí, ni siquiera lo había considerado porque nunca imaginó que ese chico de carácter rudo y demandante, que había conocido en el pasado, era hijo de esa mujer que le ponía los nervios de punta cada que la miraba. —No tenemos hora de almuerzo —informó la joven lo primero que le pasó por la cabeza, intentando excusarse para no tener que acompañar a esa mujer con quien, definitivamente, no quería almorzar, porque probablemente no podría hacerlo debido a lo nerviosa que estaba por tan solo tenerla en frente. —Pues ahora tienes —declaró Macaria en el mismo tono seco y serio que hablaba siempre—, alístate, subiré a hablar con Roberto y bajo por ti. Erena no pudo alegar nada, tampoco pudo negarse otra vez, pues el desconcierto y su nerviosismo no hacían buena dupla a su favor. —¿Crees que me vaya a correr? —preguntó Erena a Tony, que le miraba demasiado sorprendido. —Pues date por bien servida si no te desaparece del mapa —aconsejó el otro y Erena sonrió tal y como estaba: nerviosa. —Si tiene cara de que va a tirarme en cualquier barranco —dijo para sí misma, más que para su compañero, y decidió ir al baño a revisar un poco su aspecto. En el espejo vio que no era mucho lo que pudiera hacer por sí misma, y no porque no tuviera remedio, sino porque siempre se había asegurado de que su apariencia fuera impecable para hacer bien su trabajo como primer encuentro con ese bufete de abogados. —¿Estás bien? —preguntó Tony viendo como su compañera palidecía un poco más al ver ir hacia ella a la esposa del jefe de todos en ese lugar. Erena negó con la cabeza, estaba todo menos bien, y estaba segura de que se le notaba, así que no se esforzaría en negarlo cuando ni caso tenía, mejor guardaría sus energías para lo que fuera que la señora quisiera. «Si me ofrece dinero para que desaparezca con mis hijos lo voy a aceptar» Pensó la castaña y luego se arrepintió un poco de su pensamiento cuando vio el angustiado rostro de Alonso, que andaba detrás de su madre por las escaleras. —¿Lista? —preguntó Macaria a la joven que ni siquiera la veía, que mantenía los ojos fijos en su hijo. —No tienes que hacerlo —aseguró Alonso, llegando hasta ellas—, si no estás lista para esto puedes negarte a hacerlo. —No voy a enjuiciarla, ni a ejecutarla. Solo quiero que hablemos, ¿por qué tendría que prepararse para ello? —cuestionó la mujer mayor, casi molesta por la actitud de su hijo hacía con ella. De alguna manera sentía que la estaba pintando como la mala de la película, y eso era lo menos que quería ser, mucho menos lo quería parecer sin serlo. —Está bien —dijo Erena, a pesar de que no lo estaba para nada—, creo que si es solo uno contra uno puedo resistirlo, solo espero no perder mi trabajo por dejar mi puesto en horas de trabajo. Alonso negó con la cabeza, sabía bien que eso había intentado ser una broma con la intensión de relajarlo, pero no podía quedarse tranquilo cuando conocía lo mal que ella se ponía bajo presión, y algo dentro de sí le decía que su madre le presionaría bastante. » Además —continuó hablando la chica—, ya pensé que, si ella me ofrece dinero para desaparecer con mis hijos, voy a aceptarlo y dejar atrás todo lo que me está matando. —¡Erena! —gritó Alonso, sorprendido, y ante la fresca risa de la chica se destensó un poco. —Anda, niña —pidió Macaria, negando con la cabeza por lo que la joven recién había dicho. No sabía en qué clase de siglo pensaba que vivía esa joven, pero no era para nada usual que las cosas se arreglaran de esa manera, mucho menos cuando, evidentemente, no había problemas entre ella y Alonso. Sin embargo, no le fue difícil descubrir la razón de que la joven estuviera tan ansiosa, y es que la manera en que la habían educado era justo para pensar de ese modo. Macaria se sorprendió al escuchar la historia de la joven, y se compadeció de ella por todo lo difícil que la había pasado debido a una madre estricta y tan chapada a la antigua. Luego de verla casi llorar por contar las dificultades que había pasado, deseó poder volver el tiempo atrás y obligar a su hijo a no dejarla sola. Sin embargo, el pasado no era algo que se pudiera arreglar, y el presente de todos no estaba en tan malas condiciones, si no contaban con la personalidad de la chica, así que lo único que la mujer hizo fue dejarle en claro a la joven que la apoyarían para siempre, pues estaban muy agradecidos de que hubiera tenido, criado y cuidado a sus nietos con tanto amor. Erena se sintió aliviada por ese apoyo que la mujer le ofrecía, sin embargo, no estaba del todo dispuesta a aceptarlo. Ella no había tenido, criado y cuidado con tanto amor a ese par para que alguien le agradeciera; además, aunque no se veía tan mala como la había imaginado, una parte de sí le decía que posiblemente tendría muchos roces con la mujer si es que se acercaban demasiado. Estaba bien que sus hijos pudieran tener una abuela, un abuelo, un padre y más familia; pero ella no necesitaba una suegra, mucho menos una madre que no era su madre y que parecía tan intransigente como el mismo Alonso, cosa de él que no le agradaba para nada, en realidad. ** —¿Cómo te fue? —preguntó Ángela, que estaba sentada en la recepción con Tony y la veía llegar hasta ellos. —Bien —respondió la joven—, eran más mis nervios. —¿Qué fue lo que te dijo? —insistió la abogada—. No te hizo ninguna propuesta denigrante, ¿o sí? ¿O te faltó al respeto? La tía Macaria puede ser muy dura si se lo propone. —Tranquila, Ángela. Ella se portó muy bien conmigo —aseguró la recepcionista—. Me preguntó sobre mí, sobre los niños, sobre el pasado y dijo que podía contar con ella de ahora en adelante para cualquier cosa, sobre todo para las emergencias. —Pensé que te iba a ofrecer dinero para que desaparecieras de la vida de su hijo consentido —confesó Ángela, dramatizando un poco el tono de su voz, y provocando la risa de los que la escuchaban. —Yo iba esperando que lo hiciera, y también iba decidida a aceptarlo, pero no pasó —respondió Erena, sorprendiendo a la que hubiese iniciado la broma. —¿Cómo crees? —canturreó Ángela, de verdad contrariada. —Bueno, salir corriendo es lo único que he querido hacer desde que me reencontré con Alonso, y no lo hice porque no tenía dinero —declaró la chica, sonriendo bastante incómoda. —¿Tan mal te sientes al respecto? —cuestionó la mayor y la menor asintió. —Aunque, como ya te dije, todo eran más mis nervios —repitió la de cabello y ojos cafés—. Estaba asustada de cómo iban a reaccionar todos. Si te digo la verdad, no esperaba que fueran tan buenos conmigo; y cómo solo me había preparado para el peor escenario, pues mi impulso de salir corriendo sigue latente, aunque comienza a desaparecer con cada día que pasa y nada horrible sucede. —Oh —hizo Ángela al recordar algo que le había querido mencionar a la castaña desde que se había enterado, pero para lo cual no había encontrado el momento perfecto de hablarlo, y ese parecía serlo—, hablando de cosas horribles, la prometida de tu marido comienza a trabajar con nosotros el próximo mes. —Alonso no es mi marido —respondió Erena, con calma, luego miró a su amiga con los ojos tan abiertos como platos—. ¿Alonso está comprometido? Con esa idea en la mente Erena comenzaba a sentir cómo sus intestinos se revolvían, pues estaba segura ahora de que había sido una terrible idea permitirle a Alonso quedarse a dormir en su casa y, lo peor, es que, justo como lo imaginaba, las cosas en el futuro no serían bonitas. —Pues, no es su prometida porque se amen —explicó la falsa rubia de ojos verdes—, es una broma que nadie nunca ha desmentido porque implica buenas ganancias en los negocios del bufete y la notaría con la que trabajamos. Aunque estoy muy segura de que a Alondra le gusta Alonso, y él siempre ha sido muy caballeroso con ella, así que por eso muchos asumieron el compromiso como algo real; además, ninguno de los dos ha tenido pareja... excepto Alonso contigo, claro. —Alonso y yo no fuimos novios —refutó Erena el comentario de Ángela. —Pero son padres de los mismos niños, así que está peor la cosa —señaló la mujer de leyes—. Yo solo espero que no te dé muchos problemas, porque esa mimada es muy caprichosa, y, como ya te dije, estoy segura de que a ella si le gusta él. —Pues por mí pueden gustarse mutuamente —aseguró la recepcionista retomando su lugar en el trabajo—, porque no es de mi incumbencia la vida personal de Alonso. Ángela levantó amabas cejas y frunció los labios encontrando su mirada con la de Tony, que, aunque no había dicho ni media palabra, se había aventado todo el chisme entre las dos jóvenes que le gustaba considerar sus amigas.
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